viernes, 24 de diciembre de 2010

Navidad. Tiempo para dar una oportunidad al corazón

Concluye el Adviento, termina un camino que nos lleva al destino que durante estas semanas hemos anhelado.

La espera, ilusionada y activa de estos días de expectación tiene como estación de término esta noche, una noche de alegría por la llegada de lo que ansiamos y esperamos, una noche de encuentros y reencuentros, una noche sin noche pues la Luz inundará la sombra, una noche, en definitiva, buena.

“Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 12)

Así, en esta simple frase, queda condensando el mensaje y la promesa cumplida de Salvación de un Dios fiel que no solo no se olvida, sino que apuesta por la Humanidad. Un Dios que se implica de tú a tú con los hombres y mujeres de este mundo, que se encarna eligiendo para ello un pesebre “pues no había sitio en la posada” (Lc 2,7). María encinta y con el tiempo cumplido busca junto a José hospedaje, alojamiento, acogida… pero el mundo mira para otro lado. Nadie atiende a sus ruegos y en plena noche, entre animales y paja, Dios llega a este mundo teniendo como trono que lo recibe un pesebre de madera y como palacio un simple chamizo.

Hoy celebramos ese alumbramiento, ese nacer del Dios de la Vida que se vuelve niño frágil y que por algo tan simple, pero a la vez tan complejo, se da a la humanidad entera, por algo tan básico y a la vez tan majestuoso como es el amor.

Muchas veces miramos con ojos equivocados el mundo, juzgamos y actuamos conforme a nuestro “buen criterio” olvidado que la lógica de Dios no es la lógica del hombre, de esta forma, esta noche, Dios nos vuelve a dar un toque de atención, a recordarnos que el amor no entiende de exclusión, que uno no ama de verdad hasta que no pone el corazón en juego y que allí dónde no hay más que miseria, dificultad, dolor o miedo, Dios está más presente que nunca. La Navidad que hoy celebramos es tiempo de dar una oportunidad al corazón y mirar y sentir el mundo con los ojos del Dios que nace.

Ojalá nos creamos de verdad este mensaje, ojalá la lógica de Dios se nos haga un poco más presente esta noche y nos ayude a experimentar una conversión que no quede únicamente para estos días, sino que pulule en nuestro interior como templos vivos de Dios que somos, tal y como San Pablo recuerda a los Corintios (1Cor 3, 16). Ojalá nos convenzamos de que los preferidos de Dios son los sufrientes de este mundo, y aun en medio de la abundancia, la alegría y la fiesta de esta noche y estos días, sepamos traer al recuerdo y a la oración las necesidades de este mundo, esos lugares y esas personas entre las que, hoy, Dios elegiría para nacer.

Que el Dios de la Vida que hoy nace sea LUZ que guie nuestro camino, luz que alumbre el camino a la santidad a que todos estamos llamados. Santidad que es el proyecto que Dios tiene para con nosotros y que, a pesar de la solemnidad del término, no es otra cosa que la vocación de felicidad que el Dios de la Vida nos regala.

Pidamos con fe y sencillez para que la ilusión que hoy brota nos mantenga firmes en la Fe a pesar de nuestra falta de coherencia con la Buena Nueva; alegres en la Esperanza aun con nuestros miedos y debilidades; y confiados en el Amor, un amor sin límites ni fisuras, que no entiende de exclusiones sino que conoce la verdad que cada uno lleva dentro. Un amor que es promesa, y una promesa que vale toda una vida.

Feliz Navidad y mi oración.


“Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor” (Lc 2,14)

viernes, 3 de diciembre de 2010

San Francisco Javier, semilla que sigue dando fruto

Nunca imaginó Francisco Javier que el compartir habitación, en aquel París universitario de 1529, con aquel vasco ya adulto para las letras y arrastrado en su andar, acabaría cambiándole la vida de tal forma que la dedicaría, hasta agotarla, en servir al Dios de la Vida predicando su Buena Nueva en rincones del Mundo cuya existencia seguramente desconocía.

El encuentro con Ignacio de Loyola y esa pregunta que poco a poco fue erosionando la coraza humana del joven navarro – “Francisco, ¿de qué te vale ganar todo el Mundo si con ello pierdes tu alma?”- acabaron por poner a Francisco en las manos de Dios, dejándose contagiar por el mensaje de su Evangelio y enamorándose perdidamente de él. Sin saber donde le llevaría, acompañó a Ignacio de Loyola en ese proyecto que el Señor fue poco a poco gestando en su camino, y junto a él y otros seis compañeros más, consagró su vida a Dios en el seno de una pequeña ilusión, de un pequeño “capricho” que acabó por convertirse en una orden religiosa clave para la historia de la Iglesia Católica y de la humanidad desde entonces: la Compañía de Jesús.

La Providencia quiso que Francisco Javier se embarcara rumbo a las Indias en 1541, desafiando distancias que hoy nos parecerían largas, pero salvables con cierta normalidad, pero que en pleno siglo XVI suponían casi la renuncia a todo lo anteriormente vivido, amen de una prueba de vida que muchos no llegaban a superar

A partir de ese momento su único enlace con sus compañeros europeos serán sus cartas, 137 misivas que retratan a un hombre cuyo celo apostólico asemejaba a un fuego interior que ardía en su pecho, queriendo compartir la experiencia del Dios de Jesús. Dios vivo y misericordioso que le había inundado a él años antes. Su servicio al pie de los enfermos, sus catequesis en plena calle, su austeridad en el vivir, sus cientos de miles de kilómetros recorridos sin otro ánimo que dar a conocer a Dios configuraron su vida. Una vida cuyo eje fundamental podría resumirse en una frase que él mismo repetía incesantemente: “Señor, aquí estoy ¿qué quieres que yo haga? Envíame donde tú quieras.”

Finalmente, a los 46 años moría en una playa frente a las costas de China, que a pesar de intentar no puedo alcanzar. Fue canonizado por Gregorio en 1622, junto con su amigo y maestro, San Ignacio de Loyola y hoy, tres de diciembre, celebra la Iglesia su festividad.

Y también hoy mi oración sube al Cielo como acción de gracias, por todo ello. Por la vida y el ejemplo de todos aquellos que, estando o no, en los altares de la Iglesia, consumieron su vida al servicio de Dios y sus hermanos. Por esa “locura divina” que supuso la Compañía de Jesús, un proyecto de amigos en el Señor al servicio del Evangelio que, en el seno de la Iglesia, trabaja por la construcción del Reino de Dios en todas las realidades cotidianas que nos rodean, con especial encargo de esas fronteras donde otros no quieren o no pueden estar. Y especialmente por S. Francisco Javier, ese gigante de la historia, que fue germen de la Fe que hoy profeso, y cuyo testimonio de entrega al servicio de Dios sigue dando fruto en todo aquel que al conocer su historia, sus renuncias, su conversión y su pasión por el Evangelio, se entusiasma con él. Se ent usiasma con una vida en la que, sea cual sea y este donde este, vaya guiada por Dios, por ese Dios de la Vida que inspira un vivir donde siempre se busca en todo Amar y Servir.


martes, 23 de noviembre de 2010

Testigo de nuestra esperanza, mártir por nuestra fe

Seguramente poca gente haya oído hablar alguna vez de Miguel Agustín Pro. Este desconocido nombre encarna la sinrazón de uno de los episodios más trágicos para la Iglesia Católica contemporánea, así como una de las páginas más negras de la historia de México.

Sacerdote jesuita, el conocido como padre Pro fue asesinado el 23 de noviembre de 1927 en Ciudad de México, ante un pelotón de fusilamiento formado por militares, sin juicio previo alguno, sin garantía legal ni derecho a defensa. Fusilado frente a decenas de periodistas y cámaras fotográficas de época que buscaban recoger la sangrienta advertencia que el presidente mexicano, Plutarco Elías Calles, pretendía hacer llegar a la Iglesia mexicana, a la Santa Sede y al Mundo.

El contexto donde situar este asesinato es complicado e imposible de pretender sintetizar en pocas líneas: años de de revolución, de justicia social, años de mano dura militar, de persecución religiosa, años re ruptura entre Iglesia y Estado, de miedo y de prohibiciones, años de enfrentamiento y de “vivas” a Cristo Rey… No seria justo pretender situar el contexto de todo ello de una manera tan simple y seguramente tan sesgada. Ni me atrevo, ni quiero.

Sin embargo sí me parece de justicia recuperar la memoria del Padre Miguel Agustín Pro, o simplemente el Padre Pro. Este nombre representa a tantos laicos, religiosos y diocesanos que murieron durante los años de enfrentamiento en la llamada Guerra Cristera; que fueron víctimas de juicios sumarísimos, si acaso; hombres y mujeres asesinados por representar y defender una opción religiosa concreta, por sentirse hijos de Dios y miembros de una Iglesia universal, Católica, que tiene de pecadora lo humano, y de santa el espíritu de Dios que la impulsa y alienta.

El Padre Pro fue acusado por un crimen que hoy se sabe que no cometió y que por entonces ni siquiera se probó. Su muerte buscaba ser un escarmiento para todos aquellos que sentían y denunciaban que la fe no puede reducirse a la esfera de lo privado, que debe propagarse y compartirse, que los sacramentos son expresión viva de Dios y que la Iglesia, como garante de ello, no debe cejar en el empeño de trasmitirlos. La sinrazón del odio hacia la fe ha sido causa de grandes persecuciones a lo largo y ancho del planeta, salpicando la historia de la humanidad, antes y también hoy.

Mientras escribo estas líneas en recuerdo del padre Pro me vienen a la cabeza dos situaciones que creo van de la mano al recordar al mencionado jesuita.

Una de ellas es la presentación del Informe sobre Libertad Religiosa en el Mundo de 2010, informe bienal que elabora la institución católica Ayuda a la Iglesia Necesitada. El resumen de ese informe es realmente estremecedor: cerca de 350 millones de personas en el mundo son perseguidas por su fe. Países como Bangladesh, China, Egipto, Eritrea, India, Indonesia, Pakistán, Sudán, Uzbekistán o Irak son algunos en los que se producen más episodios de intolerancia social o legal contra la libertad religiosa. Y dentro de ellos, el 75% de esas persecuciones van dirigidas contra comunidades cristianas en todo el mundo. Así mismo el informe también reconoce una creciente escalada de cristianofobia en los países más desarrollados. Aún hoy siguen resonando las palabras del Papa cuando llegaba a Santiago hace apenas dos semanas en las que recogía que “en España ha nacido una laicidad, un anticlericalismo, un laicismo fuerte y agresivo, como lo vimos precisamente en los años treinta, y esta disputa, más aún, este enfrentamiento entre fe y modernidad, ambos muy vivaces, se realiza hoy nuevamente en España”. No voy a entrar a valorar estas palabras, evidentemente no existe una persecución a cuchillo y fúsil, caer en ese victimísmo sería no solo demagógico, sino una ofensa contra aquellos que sufrieron en sus carnes las persecución religiosa de aquellos años en nuestro país. Sin embargo estoy convencido que las palabras de Benedicto XVI son fruto de una profunda reflexión. No están pronunciadas a la ligera y mucho menos sin pretender algo. Ahora toca la reflexión personal, sobre esto y sobre todo lo arriba mencionado acerca de la falta de libertad en muchos rincones del mundo por profesar una religión determinada.

Por otro lado la festividad del Padre Pro viene siempre muy cerca de la conclusión del tiempo ordinario para los católicos y por ende, muy cerca de la celebración de una de las fiestas con más significado dentro de la liturgia de nuestra Iglesia: la festividad de Jesucristo Rey del Universo. La festividad de Cristo Rey.

Viva Cristo Rey fue precisamente la proclama, y de algún modo la oración, que el joven jesuita pronunció justo antes de que los soldados disparasen contra su pecho.

La fiesta de Cristo Rey nos hace caer en la cuenta del Rey al que queremos servir los cristianos. Aquel con el que hemos sellado un compromiso de fidelidad, ese rey que es nuestro Dios y cuyo trono no es otro que un madero de dos piezas: una que mira a la tierra y es muestra del compromiso y de la implicación del Dios de la Vida con la humanidad; y otro que apunta al Cielo y que nos ayuda a no olvidarnos de nuestra vocación de santidad, de nuestra vocación de ser felices aquí, pero a la vera de un Dios que acompaña y guía. El trono de nuestro Rey, ese madero que nace con vocación de muerte y es finalmente actor de Vida, ese madero es símbolo de entrega y servicio, amor sin reservas y denuncia de la injusticia, es también debilidad humana y Gracia divina, acogida y esfuerzo, signo de resurrección y perdón. Jesucristo, Rey de Reyes, servidor y hombre, hermano y amigo, colgado del madero representa a un Dios que no se olvida de los crucificados de este mundo. Y yo, gracias a la cruz, tampoco.

Estas líneas son un recuerdo para todos aquellos mártires anónimos de ayer y de hoy que no temieron a la muerte por defender su fe; son un recuerdo para todos aquellos que vivieron y viven perseguidos por dar testimonio de su fe, para esos que dieron y dan testimonio de que Cristo es el único rey Eternal al que servir y trabajan y queman su vida por ese Reino que sueña el Evangelio; unas líneas por aquellos que mantienen la esperanza, esperan en el amor y se mantienen firmes en la fe del Dios de la Vida.

Un recuerdo y una acción de gracias por todos ellos y ellas, que hoy, 23 de noviembre, encarna un jesuita mexicano que cayó victima de odio fratricida orando y perdonando, un sacerdote enamorado de Dios, un cristiano comprometido con sus hermanos, fiel testimonio de entrega y servicio hasta derramar su sangre por ello.

Quisiera terminar estas líneas con parte de la Primera lectura propia de la festividad del Padre Pro que la Compañía de Jesús hoy celebra, y que son palabras de aliento y ánimo que San Pablo dirigió en su momento a sus hermanos, y que también hoy dirige a muchos que sufren por causa de su pasión por el Evangelio. Mi oración y mi acción de gracias por todos ellos.

(...) Si Dios está de nuestra parte, ¿quién estará en contra? El que no reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos va a regalar todo lo demás con él? ¿Quién será fiscal de los que Dios eligió? Si Dios absuelve, ¿quién condenará? ¿Será acaso el Mesías Jesús, el que murió y después resucitó y está a la diestra de Dios y suplica por nosotros? ¿Quién nos apartará del amor de Dios? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada? (… ) En todas esas circunstancias vencemos de sobra gracias al que nos amó. Estoy persuadido de que ni muerte ni vida, ni ángeles ni potestades, ni presente ni futuro, ni poderes ni altura ni hondura, ni criatura alguna nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Jesús Señor nuestro. (Rm 8, 31-39)

martes, 2 de noviembre de 2010

El ser humano es maravilloso

A veces la vida plantea situaciones que hace que nos veamos en encrucijadas difíciles de superar, en las cuales te pierdes y eres consciente de que elijas lo que elijas vas a sufrir. Pero la vida ha sido caprichosa, y por cuestiones que no soy capaz de entender, te hace protagonista de una historia que no era la tuya hace un mes, una semana o simplemente antes de despertar esta mañana. Pero has llegado a un punto sin retorno, toca optar, arriesgarse y apostar por lo que uno siente que puede ser la mejor opción, aunque acarree mucho miedo, aunque suponga fiarse más de otros que de uno mismo, y sobre todo suponga descansar confiado, pero humanamente aterrorizado, en las manos del Dios de la Vida.

Algo así debe suceder cuando al final de tu vida, con una salud de hierro y una vitalidad envidiable te ves en mitad de dos senderos que no quisiste recorrer, pero que ahora suponen una elección personal sin demora. Y es que cuando hablamos de amor relacionamos instintivamente el corazón cómo núcleo de vida, de entrega y servicio, cómo referente de ese sentimiento que mueve el mundo, pero a veces tener un corazón demasiado grande, es anatómicamente una faena.

Hay que cosas que no tienen sentido, que escapan a nuestro entendimiento y que solo podemos acoger. Realmente no sé si Dios tiene un plan predefinido para cada uno de nosotros, no sé qué papel juega la libertad del hombre en todo ese plan, su naturaleza biológica y la creación misma, no sé si Dios improvisa o es el hombre que pregunta demasiado… si tuviera estas respuestas no escribiría estas líneas, tal vez otras o tal vez ninguna. De lo que si tengo certeza es que Dios se hace presente en todo ello, acompaña y no juzga, vela y consuela, sufre con tu mismo dolor y apuesta por la Vida al margen de todo lo demás.

Estos días han sido especialmente duros. Pero también han sido días de mucha humanidad.

Días para quedarse admirado por el valor que supone con casi ochenta años y lleno de vitalidad ponerte en manos de profesionales que durante unas horas harán realmente de dioses; días para confiar y no perder la fe que durante toda tu vida te ha acompañado, para aferrarte a una creencia sencilla pero cargada de intensidad.

Días de mucha entrega y amor. Cuando apenas hace unos días que has celebrado tu 51 aniversario de boda resulta realmente duro separarte de la mujer que ha sido apoyo y cariño durante tantos años. Cuando optas por la “soledad” de una impersonal habitación de hospital, por no hacer sufrir a la otra persona; cuando te conformas con varias llamadas al día para que esa persona por la que lo has dado todo y que te ha dado todo no sufra; cuando prefieres llorar en silencio para evitar las lágrimas de tu mujer estás siendo testimonio vivo de entrega, de ese amor desinteresado y paciente, que todo lo aguanta y que con todo puede.

Contemplar la imagen del abrazo entre dos amigos, dos abuelos, dos personas que se quieren y se respetan. Gente de campo, austera y trabajadora, humildes pero con una experiencia de vida que los hace sabios. El abrazo emocionado entre dos octogenarios que tienen miedo a perderse y sufren juntos, lloran juntos y confian juntos. Ha sido otra muestra más de que de toda circunstancia, puede uno sacar lecciones de vida

Han sido días para caer en la cuenta de que los sacramentos son para los vivos, y la unción de los enfermos es un regalo de vida que la Iglesia imparte. Un regalo acogido con lágrimas en los ojos, con miedo y mucho respeto, pero sobre todo con mucha confianza de que Dios esta muy pendiente de él. Hacía mucho que no sentía la intensidad de un sacramento como pude sentir estos días. La intensidad de la acogida, del sentirse seguro, de apenas musitar un agradecimiento por el ahogo de una emoción incontenida de aquel, que con mucho miedo, acoge a Dios y no deja de esperar en Él.

Todas estas lecciones de vida, en medio de una situación de dolor, nacen de un ser humano, un hombre de casi ochenta años de mirada jovial y brazos fuertes acostumbrados a espuertas a rebosar; un hombre con unos ojos azules que trasparentan a un enamorado del campo y de la tierra, de los espárragos y los olivos; a un padre desvivido por sus dos hijos, un esposo que ama sin limitación, un abuelo cariñoso y entregado; un cristiano sencillo, con las limitaciones que todos podemos tener, servicial cargado de vida y entusiasmo, siendo, como decía Machado “en el buen sentido de la palabra, bueno”.

Estos días han sido tiempo de muchas lecciones de vida, de mucha emoción y por ello, la oración que ahora acompaña a mi familia en esa sala de espera y a Pedro en el quirófano, es también una acción de gracias por él, por su vida, por ayudarme a confiar un poco más en el ser humano. Por ser ejemplo de confianza en Dios, de entrega desinteresada para con los suyos. Por ser ejemplo vivo de que el ser humano es realmente maravilloso.

Ahora queda confiar mucho. Ánimo Pedro.


martes, 19 de octubre de 2010

La santa de la confianza y unas líneas de caridad

Cuando uno se deja tocar el corazón y experimentar sin miedo el profundo amor de Dios es imposible que quiera guardar bajo llave tal regalo, más bien al contrario, sentirá un enorme deseo de compartir con los demás tanto bien recibido. Si a eso unimos una sensibilidad diferente, peculiar y profunda para hablar de la experiencia de Dios y un arte en el manejo de la prosa tenemos a figuras como san Juan de la Cruz o santa Teresa de Jesús. Los que queremos a la Compañía en demasía hablamos de Ignacio de Loyola como otro de los místicos españoles, que es muy cierto, pero a veces con malas comparaciones ya que, sin duda alguna, la riqueza y la belleza de los textos de san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús no tienen comparación alguna con las líneas de fe que nos dejó el fundador de los jesuitas.

El viernes pasado, 15 de octubre la Iglesia Católica nos invitó a recordar la memoria de santa Teresa de Jesús, santa de la confianza, enamorada del Dios de la Vida, fundadora de la Orden del Carmen descalzo, mística española del siglo XVI, Doctora de la Iglesia, ejemplo de santidad y entrega de oración, figura del Siglo de Oro de la literatura española… muchas cosas podría escribir sobre la santa de Ávila, pero no es momento ni lugar. El que quiera saber algo de ella que bucee en sus biografías, pero el que quiera conocerla y disfrutar de la mística española que se sumerja en sus obras.


Tuve la suerte de que una persona me regalara sus obras hace no demasiado tiempo, toda una sorpresa, todo un regalo al igual que otros muchos que me dejó. He de confesar que no las he leído completamente, pero si que puedo decir que leer a santa Teresa de Jesús es hacer oración con cada frase que recoge en su poesía y su prosa. Sus líneas son, más allá de literatura, espiritualidad. Una forma diferente de relacionarse con Dios a través de la lectura. Un arte vamos. Pero poco más quiero escribir sobre ella, saboreen su obra que es lo propio.

De lo más conocido suyo, de lo más leído y orado es la poesía del “Nada te turbe, nada te espante”. Supongo que la sensibilidad de cada uno viene de la mano de los tiempos vitales que vamos viendo, quizás por ello esta oración me guste tanto. Una oración que me invita a confiar en Dios, a fiarme de Él, a escribir unas líneas refiriéndome a la confianza, a la seguridad de aquel que descansa en Dios y que se sabe protegido a la vera de un Padre que acompaña nuestro caminar. Aunque a veces no lo veamos, aunque a veces nos falte la fe para verlo. Esta poesía me da la tranquilidad y el sosiego de aquel que teniendo a Dios, aún en la tormenta, se lanza a la mar.

Me quedo con las primeras líneas de este poema.

Nada turbe,
Nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta

La idea era terminar la entrada con las líneas de santa Teresa, pero a veces es mejor no pensar y seguir escribiendo.

Antes he mencionado a san Juan de la Cruz, otro que comparte mucho de lo que arriba dije de santa Teresa, y otro cuya fe supo plasmar en frases que dejan a uno ensimismado, frases cortas, sencillas, pero cargadas de Buena Nueva. Ensayando unas canciones el otro día conocí una de esas frases, “El alma que anda en amor ni cansa, ni se cansa”, hoy no toca hablar del místico que reposa en Úbeda, pero esta frase se ha convertido en una letanía que no dejo de repetirme a lo largo del día y que, sinceramente, me encanta. Supongo que porque me recuerda mucho al Himno a la caridad, al amor, que recoge san Pablo en su Primera carta a los Corintios (1 Cor 13, 1-13), hoy de tanto usarlo en bodas y celebraciones se ha oxidado y puede llegar a sonarnos cursi, pero para mi condensa un mensaje muy humano - el amor es paciente, es afable (…) no es orgulloso (…) no busca su interés, no apunta las ofensas (…) - que va de la mano de lo divino(…) se alegra de la Verdad. Aguanta todo (…) no acaba nunca - , esas líneas me ayudan mucho a confiar en Dios, y a confiar también en las personas. Pero bueno, ya tocará escribir sobre esto, solo quería compartir esa frase de san Juan de la Cruz que me esta acompañando estos días. Tal vez, también a alguien te ayude para confiar en la gente, para fiarse del Himno que san Pablo nos dejó y para no tener miedo a ser alma que anda en amor.

jueves, 14 de octubre de 2010

Una manera diferente

Llevo ya casi ocho meses en Sevilla. Ocho meses cruzando el puente de San Telmo varias veces al día y disfrutando de un Guadalquivir en calma que se funde con el horizonte, aderezado en este tiempo otoñal con una fresca brisa que da muestras de que el tiempo va cambiando, y los calores infernales han pasado.

Detenerse en mitad del puente supone contemplar parte del encanto de Sevilla: ver erigirse imponente la Torre del Oro a orillas de un río que juega a colorearse cuando el sol comienza a ocultarse, acompañado, al final de la tarde, por marchas que recuerdan a Sevilla que la pasión de la Semana Santa permanece perenne en el espíritu de una ciudad de fe y tradición.

Aún solo esos paseos diarios sobre las aguas del Guadalquivir dan de por sí para cautivar y ensimismar a aquel que se detiene a gustar y sentir sin prisas, y más en mi caso, teniendo presente mi condición de isleño, pues un río para un canario es algo más imaginario que real.

Hace un par de semanas descubrí otra forma de mirar al río, más allá de cruzarlo a través de los puentes y contemplarlo acompañado de sonidos que evocan pasos, palios y olor a incienso.

La insistencia de una compañera de trabajo consiguió arrastrar al que suscribe y a dos compañeros más a apuntarnos a un curso de remo de dos semanas… toda una experiencia que en un principio se me planteo como simple distracción deportiva, pero que acabó por convertirse en una manera diferente, alternativa y original de relacionarme con el río que tantas veces he cruzado.

Remar no es fácil y menos cuando se debe combinar la fuerza de brazos con el impulso del tren inferior (pues el banco de la embarcación es móvil y debe uno tirar de brazos y propulsar con las piernas), a la vez mirar al frente pero moverse de espaldas sin tener seguridad absoluta de hacia dónde vas, todo ello a apenas diez cm del agua y con la obsesión de que las palas entren y salgan del agua de la manera correcta y sin soltarlas un momento si no quieres caer al agua. Ya digo, remar no es fácil y más cuando la única experiencia de remo que se tiene es la que uno se ha imaginado a partir del desembarco de los piratas protagonistas de la “La isla del tesoro” de Robert Louis Stevenson.

Dos semanas de remo han dado para mucho: para disfrutar e iniciarme en la práctica de este desconocido deporte olímpico, y también para frustrarme en mitad del río por apenas moverme o quedarme estancado entre algas y cañas minutos que se hacían interminables; también para ver caer algun desafortunado al agua y sentir miedo al ver, un día de viento, como la embarcación hacía lo que le venía en gana; ha sido un tiempo donde he podido conocer mejor a a mis compañeros de trabajo y compartir con ellos risas y charlas propias de inexpertos y torpes remeros; pero sobre todo ha sido tiempo para disfrutar del río…

Disfrutar del río a solas, deslizándome por su superficie apenas unos centímetros, acompañado de un silencio lleno de vida y de una luz que poco a poco iba apagándose teniendo la suerte de contemplar unos atardeceres diferentes y mágicos en mitad de un peculiar escenario: en mitad del río y rodeado de familias de patos que acostumbrados a los remeros casi rozan la pala. Momentos de concentración que se perdían en pensamientos que acababan por convertirse en oración y acción de gracias casi sin darme cuenta, y que apenas murmuraba por miedo a perder la instantánea que disfrutaba.

Realmente jamás pensé que dos semanas de remo me ayudasen a disfrutar así del río, a conocerlo y vivirlo como muchos sevillanos ni se han plantado, a relacionarme con él de una forma diferente en la que se mezcla deporte y naturaleza, esfuerzo y sosiego, miedo y confianza, silencio y mucha contemplación.

Para repetir sin dudarlo.

Gracias por tu insistencia Mar, antes compi de trabajo, hoy ademas amiga.

martes, 28 de septiembre de 2010

En Europa tenemos miedo...

Hace unos días, mientras atravesaba Andalucía en guagua empecé a caer en la cuenta. ¿Hacía dónde nos movemos...? ¿Qué esta pasando en Europa...? ¿A qué tenemos miedo...?Y es que, tras traer diferentes piezas, el puzzle que me salía no me gustaba demasiado.
Empecé a recordar cosas como...


La aprobación en el Parlamento Europeo de la que se llamó “Directiva de la vergüenza” en junio de 2008, la cual se materializó como un buldózer similar a aquellos que arrasaban poblados de negros en la Sudáfrica del apartheid, llevándose en este caso derechos y garantías de los inmigrantes irregulares en Europa.

Por otro lado, desde mediados de 2008 el paquete de medidas de seguridad ciudadana del Ejecutivo italiano ha supuesto la persecución y criminalización de los inmigrantes irregulares, especialmente de los gitanos romaníes. El escenario siguiente ha sido Francia: a lo largo de este verano el Gobierno de Sarkozy ha comenzado con deportaciones masivas con destino Bulgaria y Rumania; “expulsiones voluntarias” que han sido denunciadas por diferentes organismos internacionales y ONGs provocando un intenso y acalorado debate en el seno de la UE que a día de hoy no ha terminado

Sabemos también que estos días se prepara en Francia un Proyecto de Ley sobre inmigración que va en la dirección italiana: criminalizar al inmigrante, endurecer la reagrupación familiar y las condiciones para acceder al asilo. Algo de esto hay también en la reforma de la Ley de Extranjeria española aprobada a finales del pasado año, otra cosa es que nos queramos acordar.

También parece que lo hemos olvidado, pero hace apenas un año, el 29 de noviembre de 2009, Suiza aprobaba con un 57,5% de los votos la iniciativa de dos partidos de la ultraderecha nacionalista para incluir en la Constitución helvética la prohibición de erigir minaretes en las mezquitas del país. Apenas 4 de los 23 cantones suizos rechazaron la proposición.

Por otro lado, las elecciones del pasado domingo 21 en Suecia supusieron la entrada en el Parlamento sueco de la derecha xenófoba de los Demócratas Suecos. En los comicios generales de 2006 estuvieron por debajo del 3% quedándose fuera, hoy han obtenido el 5,7% lo que les asegura su entrada en el Parlamento y la situación de “grupo bisagra”, a pesar de la negativa de pacto con ellos de las formaciones mayoritarias.

Seguramente existan muchos más datos que cada día inundan los telediarios y los periódicos, pero que pasan inadvertidos entre una marea de información a veces excesiva en cantidad e inmediatez - pero carente de reflexión y mucha perspectiva - como para que nos sintamos interpelados.

En Europa hay miedo. Sin duda alguna. Se tiene miedo a lo desconocido, a lo extraño, a lo que viene de fuera. Un miedo real y patente pero, que me atrevo a decir, inducido. Inducido por unos medios frívolos y partidistas, muchas veces talibanes de la información, que sesgan, manipulan y ocultan una información que va creando una nebulosa de miedo que no quiero pensar a quien conviene. Unos medios que presentan la cara más negativa o peculiar de la minoría más grande de Europa como son los gitanos, generalizando y caricaturizando episodios que encasillan y dejan marca.

Medios que usan sin respeto ni control el término musulmán, Islam o árabe, sin apenas hacer distinción entre cultura, lengua o religión- dudo incluso que muchos periodistas sepan distinguirlos- ¿Qué diríamos si al hablar de ETA hablásemos de terrorismo vasco? ¿No sería un atentado contra todos aquellos vascos demócratas que han sufrido y sufren en sus carnes la sinrazón nacionalista? ¿ No estaríamos falseando la realidad? Lo mismo sucede cuando cotidianamente hablamos de terrorismo musulmán o islámico. El lenguaje es la más poderosa de las armas, pues va creando conciencias, prejuicios e ideas sin que apenas caigamos en ello. Acostumbrados a usarlos cotidianamente en nuestro lenguaje interiorizamos esos conceptos que, disimulandamente, nos van suponiendo ideas y con ellas, esos miedos y esas visiones apocalípticas que muchos pretenden vendernos.
Hablo de medios informativos porque creo que tiene una enorme responsabilidad moral, social y política. Pero no sería justo cargarles a ellos con todo el protagonismo de este drama, obviando a muchos políticos de gobierno y oposición a lo largo y ancho de Europa, empresarios, fanáticos religiosos, intransigentes ideológicos y muchísima gente de a pie, que prefiere la seguridad y la comodidad que supone la ignorancia en plena era de la información. Curioso.

Lo desconocido asusta, quizás si. Quizás en ocasiones tengamos motivo para ello, pero ¿cómo lo sabemos si dejamos que decidan por nosotros? Si no nos atrevemos a acercarnos al otro, a tenderle la mano, a escuchar su oración o su necesidad, no nos atrevemos ofrecer nuestro hombro ni mucho menos a enjugar sus lágrimas.

Intentar cada día no caer en esa trampa de miedo supone dar la cara, implicarse y atreverse a denunciar situaciones y actitudes anquilosadas que van consumiendo poco a poco a todo pueblo, toda comunidad, que no se abre, y que con pavor, rechaza lo ajeno, levantando anchos muros de incomprensión que aislan y matan.


Y ¿qué nos queda?

Benditos vosotros (…) porque fui extranjero y me acogisteis.

Eso mismo.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Esclavo de esclavos

A veces la gente pasa por el mundo sin hacer mucho ruido. Luego, cuando echamos la vista atrás, reconocemos méritos, experiencias y vivencias de gente que, en su momento, apenas le echamos cuenta o bien la tuvimos por loca o excesivamente soñadora, ensimismada con y por una causa poco compartida y, tal vez entonces, poco reconocida.

Supongo que es la historia de muchos grandes hombres y mujeres que en su tiempo fueron visionarios, y se atrevieron a mirar con otros ojos, quitándose vendas de prejuicios y miedos preconcebidos por una sociedad, o un mundo, anclado en sus propias miserias. Pero que en su momento era lo ordinario y lo corriente. Esa valentía tachada entonces de locura, hoy es reconocida como un don, como una gracia, como signo de algo que no sabemos como llamar.


Estas líneas a modo de reflexión son, creo, una buena forma de presentar la vida del jesuita Pedro Claver. Hoy celebra la Iglesia la fiesta de su santidad, un título que él ni por asomo busco, pero que realmente merece por ser su vida ejemplo de entrega y servicio, ejemplo de lo que es dar sin esperar y de lo que supone amar hasta que duele. Por ser reflejo e imagen de lo que para los cristianos es Dios.



Claver tuvo la suerte de coincidir en Mallorca con el hermano Alonso Rodríguez, y según cuentan, fue éste el que le animó a cruzar el charco y marchar a América a principios del siglo XVII. Su destino fue la plaza fuerte de Cartagena de Indias -hoy parte de Colombia-, un puerto donde Claver optó por la entrega y el servicio hacía aquellos que más lo necesitaban. Así, en contra de la opinión de muchos notables del lugar y algunos de sus hermanos jesuitas vivió conforme a un sueño: todos somos iguales a los ojos de Dios, y como tal, todos debemos ser tratados con cariño, dignidad y respeto. Un enunciado simple que hoy, en pleno siglo XXI no hemos terminado de interiorizar.

Cartagena de Indias era por entonces un puerto negrero de efervescente actividad. Enormes barcos con sus bodegas repletas de negros atravesaban el Atlántico desde África, donde eran cazados como animales con el beneplácito de reyes y gobernadores. Eran tiempos que a los ojos de hoy son difíciles siquiera comprender, tiempos en los que mucho teólogos llegaban a afirmar incluso que los negros carecían de alma. Barbaridades que hoy escapan a nuestra razón, pero que supone una de las muchas sinrazones que salpican la historia de la Humanidad.


Esos grandes armazones llegaban con sus bodegas infectadas de muerte, desolación y enfermedad. Y ahí entraba Claver con su sotana y su manta, para dar de beber y de comer, acompañar a los moribundos y compartir con ellos la Buena Nueva. Tras meses de viaje, sin ventilación ni cuidado alguno, no es difícil imaginar cómo serian esas bodegas. Pero ni eso, ni el idioma, ni las trabas de patrones impedían que subiera a cada barco recién arribara a puerto.

No es menos cierto que hoy en día algo del buen hacer de Claver pueda chirriarnos. Pero de nuevo debemos mirar atrás con la perspectiva que la historia nos da. Claver era hijo de su tiempo y como tal buscaba la conversión o la salvación de almas, entendiendo el servicio a Dios y a la Iglesia conforme a mucho de lo que por entonces suponía ser sacerdote. Sin embargo supo desprenderse de muchas de las ataduras de una sociedad pretensiosa, hipócrita y corrupta, y mirar, verdaderamente, con entrañas de misericordia, poner su fe en obras e implicarse con una realidad sangrante como fue la esclavitud, hoy vergüenza del mundo. Nada resta mérito a una vida entregada por y para los demas, pues aún viviendo en su tiempo, supo convertir Cartagena de Indias en la cuna de los Derechos Humanos.

Esclavos, leprosos, reos de la santa inquisición... estos fueron sus compañeros de viaje en la vida que le tocó vivir. Compañeros que él mismo escogió y que también hoy muchos escogen. Nuestro mundo ha cambiado, pero el dolor y la necesidad de optar sigue ahí. Imagino que por ello, el Papa Wojtyla, en su encíclica "Sollicitudo rei socialis" - centrada en la preocupación social de la Iglesia con motivo del vigésimo aniversario de la Populorom Progressio - reconoció a Pedro Claver como testimonio y ejemplo de solidaridad para el mundo actual. Nada más cierto.


Y es que enfermos, huérfanos,ancianos, sin techo, inmigrantes, reclusos, prostitutas, refugiados... o El Salvador, Haití, Chad, Sudán o Ruanda son actores y escenarios necesitados de Claver, de gente que quiera devolver la dignidad a los hijos de Dios, que no titubee al escoger a sus compañeros de viaje, que mire, también hoy, el mundo con ojos de soñador y quiera, como Pedro Claver, firmar como "esclavo de esclavos".

martes, 31 de agosto de 2010

Otra vez no



Realmente no sé qué sucedió. No estaba allí para vivirlo y no recibí golpes para poder identifcar a aquellos que me los propinaban.

A pesar de todo algo me suena raro cuando el Ejecutivo español se contenta con las explicaciones de Rabat, resta importancia a las agresiones sufridas en el Aaiún por ciudadanos españoles favorables a la causa del pueblo saharaui y vuelve de nuevo a una postura de indefinción con respecto a la libertad, la independencia y el respeto de los derechos humanos en el Sáhara Occidental.

Dice Marruecos que las pancartas y las camisetas de los activistas españoles desató la "cólera legítima y espontánea de la población" y que ello provocó que simples ciudadanos de a pie se liasen a puñetazos y patadas con ellos. Que nada de policias de paisano, que nada de maltrato por parte de las fuerzas de seguridad marroquíes y que todo culpa de unos radicales canarios que no buscaban otra cosa que provocar y atentar contra la integridad territorial del Reino de Marruecos.

Pues que quieren que diga, que ni idea. Que algunos activistas reconocieran en la comisaría como policias de paisano a alguno que horas antes participaba en la agresión es un dato. Que puede ser mentira o fruto del aturdimiento, es cierto. O no.

Lo que si es cierto es que el tema del Sáhara Occidental es un tema incómodo para el Reino Alahuí; que el férreo control con que Marruecos vela por el territorio, antes colonia española, ha sido denunciado por diferentes asociaciones y organizaciones internacionales, particulares y ONGs en muchísimas ocasiones; que el respeto de los derechos humanos es casi inexistente y que España mantiene, aún 45 años después, una enorme responsabilidad política, internacional y moral con respecto al conflicto. A pesar de que muchos no lo vean, o no quieran verlo.

España ha perdido, una vez más, la oportunidad de significarse con la causa del pueblo saharaui y de acompañar la postura de la comunidad internacional, manifestada a través de la ONU, que reconoce al territorio del Sáhara Occidental como uno de los 16 territorios no autónomos llamados a ser descolonizados.

Con este, y otros muchos gestos anteriores, el Gobierno olvida poco a poco la postura de apoyo al pueblo saharaui, que ha caracterizado a la sociedad española desde nuestra irresponsable huida. Con la “Marcha Verde” Rabat hizo marchar sobre el Sahara Occidental a unos 350.000 marroquíes, sin resistencia alguna del Gobierno y el Ejército español, poniendo fin a la colonización española en dicho territorio de un modo muy particular. Era 6 de noviembre de 1975, y vivíamos en España unas circunstancias políticas muy particulares, muy cerca ya la muerte de Franco. Bien supo Hassan II aprovecharse de ello.

Hoy no hay motivo alguno para volver a abandonar al antojo de Marruecos al pueblo saharaui. Otra vez no.

Es responsabilidad de la sociedad española tomar conciencia de ello y presionar a nuestros dirigentes para que adopten, sin titubeos, una postura que permita al pueblo saharaui decidir libremente sobre su futuro, sin miedos ni cortapisas. No queramos pasar a la historia como aquel prefecto romano que prefirió lavarse las manos a mojarse de verás.

sábado, 24 de julio de 2010

Algunas líneas desde Sudán I

Pedro Arrupe fue un visionario. Atento a las necesidades de un mundo cambiante, y comprometido con un Dios que nos invita a ser co-creadores en su obra de la creación, el entonces Padre General de la Compañía de Jesús, quiso ofrecer una respuesta al sufrimiento de los llamados “boat people” vietnamitas, que huían de la guerra de Vietnam y, empujados por la desesperación y el miedo buscaban un lugar seguro a bordo de un simple madero o una débil barcaza.

Este es el origen de lo que en 1980 se fundó como una obra de la Compañía de Jesús. El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS).De esta forma los jesuitas situaban su compromiso con una realidad sangrante que entonces comenzaba a aparecer, pero que pocos atendian: los refugiados por causa de la violencia.


A día de hoy el JRS está presente en 53 países y cuenta con un equipo de unos mil trabajadores (jesuitas, religiosos y religiosas de otras congregaciones y laicos) cuya misión es acompañar, servir y defender los derechos de los refugiados. Dentro de sus actividades se incluye la asistencia directa en los campos de refugiados y centros de detención de inmigrantes, alimentación, asistencia médica, pastoral, psico-social así como la educación.
Actualmente los proyectos del JRS están destinados a unos 450.000 refugiados a lo largo y ancho de todo el planeta.

Esta breve introducción acerca del JRS busca situar un poco en contexto las líneas que más abajo comienzan. Y es que tengo la suerte de tener a un amigo jesuita trabajando un par de meses con el JRS en el país más grande de África, y uno de los más conflictivos del continente negro: Sudán.

Javi me ha permitido compartir con todos los que siguen el blog algunas líneas que él mismo escribe desde Sudán. Y a la vez que leemos su experiencia y disfrutamos de su testimonio, yo intentaré acompañar sus lineas comentando algunas situaciones que vive el imenso país africano(el drama de Darfur, la situación política y religiosa, la mezcla entre árabes, negro africanos, cristianos y musulmanes, la islamización del país, el próximo referéndum que tiene a la ONU en vilo…)

Pero eso será más delante de momento solo dar las gracias a Javi por sus líneas y las fotos que lo acompañan. Espero que lo disfruten tanto como yo.






Yei, 2 de Julio de 2010

Hola a todos,



supongo que la mayoría sabéis que estoy en Sudán, pasando dos meses trabajando con el JRS (servicio jesuita para refugiados).


Estoy en Yei, una ciudad al sur de Sudán, cerca de Uganda y Congo. Aquí el JRS trabaja con retornados, es decir, gente que huyó de su tierra cuando estaba la guerra y comenzaron a volver cuando la guerra terminó. La guerra era interna, entre el norte, que es de población árabe y musulmana, y el sur, que son negros y cristianos. Por lo visto son muy diferentes, y los árabes históricamente trataron muy mal a la gente del sur. Por eso estuvieron más de 20 años en guerra. El acuerdo de paz determinó que el próximo enero habrá un referéndum para ver si el sur se quiere independizar. Todo el mundo cree que saldrá que sí, pero el problema es que el sur tiene muchos recursos (madera, agricultura, agua, y sobre todo petróleo) y hay cierto temor a que el norte, que a su vez está apoyado por otros países como Egipto, no acepte los resultados y pueda comenzar otro conflicto.

Perdonad esta introducción histórica, pero así creo que se entiende un poco lo que hace el JRS, que básicamente es apoyar en la educación. Después de más de veinte años de guerra, el sistema educativo podéis imaginar como está. Apenas hay maestros preparados, los edificios de los colegios son muy pobres, no hay material... El JRS apoya las escuelas estatales reconstruyendo edificios, formando a los profesores, dando becas a gente que no puede pagar las tasas... Realmente hacen un trabajo estupendo.
Aquí yo vivo con un jesuita de Estados Unidos que se llama Kevin, una chica alemana llamada Nina y Elías, un keniata que es el contable. Hay muy buen ambiente en la casa y estar con ellos me ayuda a entender cómo son las cosas aquí. Empezamos el día con la misa a las 7.30 que celebra Kevin. Viene un grupo de gente que vive cerca. Es una misa muy sencilla pero muy bonita. Luego empieza el trabajo. Yo de momento estoy saliendo a visitar a los colegios a los que el JRS apoya. Realmente son muy pobres. Los que mejor están tienen un par de edificios para las clases. El JRS mejora las instalaciones, forma a los profesores, busca material escolar...

Las condiciones de vida aquí son muy pobres. La mayoría de los hombres trabaja en el campo y las mujeres se encargan de buscar agua, cocinar, cuidar a los niños... Las calles y las carreteras no están asfaltadas, hay poca actividad económica... pero la gente está muy esperanza con que después del referéndum pueda mejorar la situación. Aquí la tierra es muy fértil y la gente es muy trabajadora. Sin duda el trabajo del JRS es clave porque mejorando la educación es como pueden mejorar la situación, pues la mayoría de la gente es analfabeta.

Mañana salgo con Kevin y se nos une otro jesuita alemán para dar un taller de formación sobre espiritualidad ignaciana y sobre los jesuitas a los trabajadores del JRS de diferentes proyectos por el Sur de Sudán. Así podré viajar y conocer otros proyectos del JRS, lo cual es una suerte porque viajar por aquí no es fácil (las carreteras son muy malas). Así estaremos de "gira" casi dos semanas.




Escribiré más adelante contando más cosas.


Besos y abrazos para todos.

viernes, 25 de junio de 2010

A tientas en la vida

Hace tiempo que estoy muy unido a Radio ECCA. Un proyecto que nació en Canarias en la década de los sesenta de la mano de un jesuita visionario y excepcional, el padre Francisco Villén.


ECCA nació con una clara vocación docente, pensanda en su origen como un medio de alfabetización de la población adulta, que por entónces, no había podido acceder a la escuela ni a una educación básica en condiciones. Luego llegaron otros cursos, módulos, unos reglados otros de ocio, su extensión por España y latinoamérica, su salto a la cooperación internacional... esta pequeña radio nacida en el seno de la Compañía de Jesús es hoy una institución al servicio de los demás. Otro forma de trabajar por la justicia a través de la educación y de poner en práctica eso de "ser hombres y mujeres para los demás" que aquel loco por Cristo, que fue Arrupe, tenía siempre en mente. Y todo un referente en las islas donde casi la totalidad de los isleños pueden presumir de que ECCA forme parte de su formación, de hecho mi abuela - que en paz descanse - según me ha contado mi padre, aprendió a leer a través de los cuadernillos de ECCA hace muchos muchos años.


Esta entrada es para dar a conocer brevemente a ECCA (http://www.radioecca.org/) pero es sobre todo para dar a conocer un taller de oración y encuentro con Dios pensado para estos meses de verano que intentaré seguir, y que animo a que, aquel que quiera ahondar en su experiencia de Dios, y en su manera de ver el día a día, también la disfrute. Es gratuito, con una libertad de horarios y una temporización que facilitará que pueda cada uno encontrar los momentos que mejor le vengan para realizarlo.


Esta es la presentación que se hace de la experiencia en la web de ECCA:


En la tradición educativa de los jesuitas, de la que participa Radio ECCA, influye de una manera determinante la espiritualidad de Ignacio de Loyola y sus Ejercicios Espirituales. El librito de Loyola es, en buena medida, un plan de entrenamiento: del mismo modo que los jugadores de baloncesto se ejercitan una y mil veces antes de salir a la cancha, así, la vida cotidiana requiere un entrenamiento no menos intenso. El alma humana está tejida de deseos, anhelos, frustraciones, alegrías, tristezas, sueños y pesadillas que tienen que ver con lo de cada día, con lo cotidiano. Para saber elegir bien, para estar atento a lo que es realmente importante y distinguirlo de lo que nos engaña, conviene este entrenamiento.

Este retiro A tientas en la vida cotidiana no sustituye ni emula a los ejercicios ignacianos, pero se inspira en alguna de sus formas y en su propósito: hacernos sensibles a los retos de la vida, de la cotidianidad de unas personas que se inspiran en la tradición cristiana para decidir, para elegir, para trabajar, para gozar. Debemos insistir que ni en los contenidos ni en el método, nuestro retiro se identifica con el librito de los EE.EE. escrito y ejercitado por San Ignacio. Más bien es un retiro que utiliza algunas de sus intuiciones pedagógicas para animarnos a afrontar con mayor conciencia y más libertad el vivir de cada día.


La fe cristiana no es para tiempos excepcionales, sino para la vida cotidiana. Es en lo habitual de cada día donde se realiza afrontando los desafíos que encontramos en lo ordinario. Esa fe del día a día demanda una espiritualidad con medios propios y propias posibilidades, diferentes de los medios excepcionales. La familia, los conflictos, los gozos y las esperanzas, las injusticias y el consumismo, el cariño… Estos son los materiales con los que se tejen los caminos nuestra vida, de esos mismos materiales se hace nuestra fe cotidiana.
Anímense, que seguro no decepcionara.


Inscríbete: www.radioecca.net/cursos/atientas

miércoles, 16 de junio de 2010

Un vía crucis a disfrutar

La Jornada Mundial de la Juventud, que el verano de 2011 acogerá en Madrid a cientos de miles de jóvenes llegados de todos los rincones del mundo será, sin duda alguna, jornada de fe. Días de encuentro con el Santo Padre, de convivencia y de mucha oración, unos días por y para Dios, con los jóvenes y también los no tan jóvenes.

Podría escribir muchas líneas acerca de lo que creo significan estos encuentros, del mucho bien que hacen a los jóvenes, del mucho bien que hacen a nuestra Iglesia, o del sentido que dan al término católico -esto es, universal - y es que realmente estoy convencido de que estos encuentros dan fruto. Con sus miserias y sus mezquindades, como todo lo que los hombres y mujeres de este mundo organizamos, pero sin duda con más claros que sombras.

Pero poco más voy a escribir, el que quiera disfrutarlo que acuda con buen ánimo, ganas de oración y encuentro, con gente de diversas lenguas y culturas, pero sobre todo, que acudan con ganas de encontrarse con el Dios de la Vida en medio de todos.

Siendo así no termino de entender lo que ha pasado estos días en Sevilla.

Que Sevilla vive su fe de una forma muy particular, cierto es. Que aqui hay muchas cosas que fuera se este contexto resultarian difíciles de entender, seguro. Que en la diversidad esta la riqueza de esta, nuestra Iglesia universal, totalmente convencido. Pero sigo sin entender qué ha pasado.

Monseñor Asenjo, arzobispo de Sevilla, tiene toda la razón del mundo:“la fecha del pasado viernes no va a pasar a la historia de esta hermandad como una fecha brillante”. Y es que este pasado viernes, la Hermandad de la Esperanza de Triana rechazó, por abrumadora mayoria, que el Cristo de las Tres Caídas participase en el histórico Via Crucis que será presidido por el Papa en el JMJ. Motivos personales alegaron. La cuestión es que no apoyaron a la organización del JMJ, que dieron la espalda a una invitación de aquellos que estan poniendo su empeño en que esos días en Madrid sean días de Iglesia universal, que no han querido participar de un proyecto que reunirá grandes imagénes de nuestra cultura de fe, con una finalidad de culto pública que será presidida por el Papa. Motivos personales...

No quiero entrar a generalizar porque no sería justo. Pero es cierto que en el mundo cofrade de Sevilla es mu particular y tal vez, esa falta de eclesialidad de la que habló el arzobispo, es algo a valorar O tal vez se equivoca, no sé. Lo que si sé es que las Hermandades y Cofradías son Iglesia, su misión es trasladar el Evangelio a la calle y fomentar el culto a través del acompañamiento de unas imágenes que no son otra cosa que catequésis plástica de la fe de todos los cristianos, de la fe de nuestra Iglesia. Imágenes bellisimas, antiquísimas y de incalculable valor muchas de ellas. Pero imágenes al servicio de la fe.

Pero aqui en Sevilla a veces, "eso es así" y como alguna vez he escuchado "las cofradias y hermandades son una cosa, y la Iglesia diocesana otra". Gracias a Dios no son mayoría, aunque tras este episodio otra cosa parezca.

España posee un patrimonio riquísmo de imaginería religiosa, pero carece de sentido si no está al servició de la oración y de la fe. Al servicio del Evangelio. Es por ello un Via Crucis así, que mezcla tradición cultural y fervor religioso de un país como el nuestro en un contexto tan universal como la JMJ.

La cuestión es que 14 imágenes de toda España participaran en dicho Via Crucis y Sevilla, siendo un referente de la Semana Santa española, se ha quedado fuera. De nuevo no quiero generalizar pero el lenguaje es traicionero. Discúlpenme.

Muchas hermanos mayores de diferentes Hermandades han entendido, apoyado y se han adherido a todas y cada una de las declarciones que monseñor Asenjo (dolido y con razón) ha hecho al respecto de tan "curioso" episodio. Su actuación ha sido ejemplar, dando una libertad a la Hermandad de la madrugá que tal vez pudiera haberse cuestionado, pues todas y cada una de ellas son asociaciones públicas de fieles insertas en la Iglesia, y sus cabildos no son entes todopoderosos, aunque de la sensación que juegan a veces a ello.

Mucho le queda a monseñor Asenjo por hacer en Sevilla, mucho le queda por aprender y mucho por soportar también.

Todos somos necesarios, pero nadie es imprescindibles y siete pasos del siglo XVII, XVIII y XIX y otros tantos del siglo XX procesionaran desde las iglesias que los acoja hasta su lugar de estacionamiento donde conformaran aquel camino que el nazareno recorrió hasta el calvario, donde fue crucificado para posteriormente ser sepultado. 14 estaciones de fe que recibiran culto de Benedicto XVI y de todos aquellos que quieran acompañar la pasión de Jesús por Madrid.

Será una estampa profundamente religiosa, a la española, pero en un contexto profundamente católico, universal.

No pienso perdermelo.



jueves, 10 de junio de 2010

De tú a tú...

Tres fiesta celebramos los católicos que, creo, mejor condensan el mensaje de servicio y entrega connatural al mensaje de un Dios que es Amor - Deus carita est- Tres momentos en nuestro calendario litúrgico en el que la Iglesia nos ayuda a reencontrarnos con la esencia de la fe que profesamos.

La primera de ellas el Jueves santo, en la cual nos maravillamos con una celebración que sitúa a un Jesús servidor - no he venido a ser servido, sino a servir (Mt 20, 28) - entregado a la causa de un Dios que, a través de Jesús mismo, se implica directamente con la Humanidad. El Evangelio de ese día nos muestra un Jesús que ama, que se arrodilla ante sus amigos para lavar sus pies en una de las escenas más bellas y de mayor catequesis que la Sagrada Escritura nos regala. Un Jesús que instituye la Eucarística, el misterio de nuestra fe que lo hace presente en el pan y el vino consagrado y que nos hace partícipe de su vida inmortal.



Por otro lado, la festividad del Corpus Christi, la fiesta de adoración por excelencia en la que Jesús sacramentado es el centro. De nuevo la consagración inunda al cristiano que se postra ante el Señor en la Custodia. Otro regalo. Siendo el santísimo sacramento reflejo de un compromiso de Dios con la Humanidad entera y del deseo de Jesús de permenecer con nosotros - "yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).

Estas dos celebración son fiestas del amor fraterno, fiestas de la caridad, una palabra casi desechada en nuestro vocabulario, a la que en ocasiones damos un sentido peyorativo, olvidandonos que caridad es amor. Pero junto a estas situo una tercera, hoy ya casi en el olvido para muchos.

La fiesta de la que quiero hablar, la que hoy viernes nos ocupa es la aquella que la Iglesia celebra el viernes siguiente al Corpus Christi. La Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

Pretender remontarme a sus orígenes es otear la edad media, pero sobre todo es situarnos en una devoción del siglo XVII en adelante; es hablar de muchos Padres de la Iglesia y algunos santos, como santa Maria de Alacoque, san Claudio de la Colombiére, o el beato Francisco Bernardo de Hoyos; es hablar de grandes Papas y de grandes encíclicas como la Annum Sacrum de Leon XIII (mediante la cual consagró el Género Humano al Sagrado Corazón), la Miserentissumus Redemptor de Pio XI o la Haurietis Aquas de Pio XII; tambiés es hablar de la Compañía de Jesús, del celo jesuita por extender esta devoción a lo largo y ancho del mundo y del encargo que Benedicto XVI realizó, al entónces Prepósito General de la Compañía Peter-Hans Kolvenbach, en 2006 animando a la orden de san Ignacio a continuar en la promoción de esta devoción.

Pero hablar del Sagrado Corazón es sobre todo hablar de Dios, y sobre todo es orar con Dios. Orar y ser conscientes de esa implicación de un Dios que no se mantiene al margen sino que se involucra de tú a tú con los hombres y mujeres de este mundo. Es en definitiva hablar de entrega, de compromiso... de amor.

Hemos desvirtuado una devoción hoy confundida con prácticas piadosas, letanías e imagénes plásticas, necesarias e importantes, pero siempre cuando van de la mano de un fundamento primero, que no es otro que el que sustenta nuestra fe, y es que "tanto amó Dios al mundo que dió a su hijo único" (Jn 3,16). Este es el punto de partida para entender una devoción que nace de una simbología humana como es el corazón, ese lugar físico que generalmente asociamos al sentimiento del amor.

A partir de ahí desarrollamos una oración bellísima que nos ayuda a contemplar un corazón de carne que nos recuerda que Dios se hizo hombre y que vivió como uno de tantos. Tal vez los cristianos hemos divinizado tanto a Jesús que nos olvidamos del hombre de a pie, que vivió en este mundo. Tal vez no caer en la cuenta de un Dios encarnado nos arrastra a una fe dónde Dios observa pero no acompaña, donde Dios planea pero no se implica, creando en nuestra conciencia una imagen que, desde mi propia experiencia, no se corresponde con el Dios que me tiene cautivado.

A través del Corazón de Jesús resplandece la voluntad sin confines de salvación por parte de Dios, no puede ser considerada por tanto una forma pasajera de culto o de devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del "corazón traspasado" su expresión histórico-devocional, sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios (Encíclica «Haurietis Aquas», 62).

Nos toca a nosotros, cristianos del siglo XXI, actualizar y volver a compartir esta devoción. Deshacernos de una religiosidad sensiblera, que va más allá de fundamentalismos y prácticas vacías de sentido. Y es que, más allá de estampas, detentes y figuras de marmolina existe una devoción que condensa, de manera clara y directa, el mensaje del Evangelio: el Amor de Dios Padre para con los Hombres. Nos recuerda el compromiso del Verbo encarnado para con todos los hijos de Dios, mensaje en torno al cual gira toda nuestra historia de salvación.

Toca también a los jesuitas retomar ese celo que los caracterizó durante siglos, seguir la estela del recien beatificado Bernardo de Hoyos o de otros santos, como san Francisco de Borja o san Luis Gonzaga, que ya en su tiempo contemplando "el costado traspasado con la lanza" hicieron de su vida compromiso y entrega, renovándose constantemente y teniendo muy presente que el amor nunca se da por"concluido" y "completado "(Encíclica «Deus caritas est).


Hoy es fiesta del Sagrado Corazón. Misas, besapies, letanías y procesiones inundarán nuestros barrios y calles, acogiendo una tradición religiosa y popular sin la cual no entendemos nuestra historia de fe. Pero es cierto que la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús debe ser nuestro día a día. Esta devoción no es otra cosa que dejarse acompañar por Dios, no pretender buscar su lógica sino dejarnos caer en Él, musitando esa plegaria que nuestras abuelas recogían en apenas un murmullo:"Corazón de Jesús, en Vos confío", que no es otra cosa que descanso confiado en las manos del Padre. Es vivir día día la Contemplación para alcanzar amor que San Ignacio nos dejó en sus Ejercicios Espirituales. Es ser consciente de que somos infinitamente queridos, esperados y acompañados y a partir de ahí, ser capaz de acoger, con fidelidad y humildad, y reconocer que el amor no es conquistar, sino darse a los demás.

Esta devoción de la que me siento profundamente cautivado es entrega y servicio, amor sin reservas y a la vez denuncia de la injusticia, - pues si he aprendido algo de los jesuitas es a concebir la fe unida a la promoción de una justicia que brota de la misma -. Es a su vez debilidad humana, en tanto somos nosotros los que en ocasiones no estamos a la altura de responder, pero tambien Gracia Divina.
Dar culto al Sagrado Corazón es poner en práctica el amor, es orar y vivir apasionadamente, y ser capaz de mostrar "por las obras mi fe" (Santiago 2, 18).

Para alimentar esta devoción no debemos olvidar que el Corazón de Cristo representa a un Dios que no se olvida de este mundo, que se remanga para "mojarse" por nosotros, que se implica de tú a tú con cada uno, que es Padre y connatural a ello somos Hijos, y nos une una filiación que trasciende lo humano. Es por ello, que ese Amor del que tanto he hablado en estás líneas, a veces nos cuesta conocer y reconocer, pues, aún viniendo de un hermano, tiene origen divino, ello no hace otra cosa que asegurarnos que Dios mismo pasea entre nosotros y sobre todo, habita en nosotros.

lunes, 7 de junio de 2010

José de Anchieta, Canarias y los jesuitas

Entre los enlaces de mi blog cuento con una web a las que dedico varios minutos de lectura a la semana, http://www.redanchieta.org/ recomendadísima.



La web nació hace años como el proyecto ilusionante de un buen amigo, y casi desde sus inicios, un servidor intenta colaborar, con algunas líneas, cierto es, que no tantas como mi amigo y yo querriamos. Hoy me he tomado la libertad de pedirle "prestado" un artículo con cuya lectura he disfrutado mucho. Canarios que firmaron y firman sj, y la historia de la Compañía de Jesús en el Archipiélago. Es solo pincelada de la historia de pequeños gigantes de este mundo que hacen de su vida entrega y, con su particular acento, viven en el mundo compartiendo una espiritualidad -ignaciana- y un amor por el Evangelio que desde hace 500 años y, especialmente hoy encomendados por su Santidad Benedicto XVI, les anima a vivir en las fronteras. En las fronteras geográficas, intelectuales, espirituales, teológicas y religiosas.

Muchas gracias por tus líneas Lucas.
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Cada nueve de junio celebramos la memoria de José de Anchieta, un canario que marchó al Brasil trashacerse jesuita. A lo largo de la historia otros muchos jesuitas, también nacidos en las islas, salieron de su tierra para hacer la misión de la orden ignaciana. Lo hicieron a lo largo de los cinco siglos de historia que tiene la Compañía de Jesús y lo hacen en la actualidad. Está en la raíz misma de la experiencia cristiana, que reconoce como patria propia toda patria y como pueblo propio todo pueblo. Y es también, nota esencial de la identidad del jesuita, del que Ignacio de Loyola afirma que está para “…discurrir por el mundo”.

Vivimos en Canarias. Aquí, la historia de la Compañía no es pequeña. Desde el primer paso de algunos jesuitas por la isla de La Gomera, hay hitos que se quedan marcados en nuestra herencia: la fundación en La Orotava de la primera comunidad y primer colegio, el martirio de Ignacio de Acevedo y sus muchos compañeros mientras marchaban hacia Brasil; y ya, en nuestra historia contemporánea, la llegada a Las Palmas de Gran Canaria y la posterior a Santa Cruz de Tenerife.

En la actualidad, somos nueve jesuitas los que vivimos en las islas y unos veinticinco los jesuitas canarios que viven por el mundo. Son tiempos especiales para la Orden, marcados por procesos sociológicos diferentes a los de otros momentos. Aquí, como en otras partes, la Compañía de Jesús es meramente un grupo de hombres que colabora con la misión de la Iglesia (discernir y presentar, con la ayuda del Espíritu, la acción del Dios Padre de Jesucristo en este mundo nuestro). La Compañía lo hace desde su carisma específico: su forma concreta de vida y misión inspirada en la espiritualidad ignaciana y que se concreta en sus documentos fundacionales y en la adecuación que a lo largo de la historia hacen los jesuitas en sus congregaciones generales a disposición de Pedro (el Papa).

La Compañía de Jesús colabora con la misión de la Iglesia, porque es Iglesia. La disponibilidad ante el Papa es la cúspide de esa colaboración que se extiende por todos los carismas del Pueblo de Dios. La Compañía colabora con la Iglesia a través de múltiples instrumentos: en la educación de jóvenes y de personas adultas, en la formación y la investigación teológica, en la comunicación espiritual y el servicio de las parroquias, en los medios de comunicación y en la formación sociopolítica. Y mucho más. En todas estas cosas, es obvio que la Compañía colabora de formas diferentes: a veces, dirige; otras veces, apoya; algunas veces comparte la responsabilidad con otras instituciones; en otras ocasiones, lidera instituciones que le son encargadas por otras organizaciones o personas. La colaboración se hace con el fin de concretar de modo realista el servicio de la fe, la promoción de la justicia, el diálogo interreligioso y la presencia dinamizadora en la cultura.

En Canarias, la Compañía de Jesús concreta esta misión de múltiples maneras. Desde hace muchísimos años, la Compañía dirige el Colegio San Ignacio de Loyola que colabora en la formación humana de muchos chicos y chicas de Las Palmas de Gran Canaria. Se encarga de la dirección de Radio ECCA de acuerdo con los estatutos de su Fundación Titular. En Tenerife, en la Casa Manresa, la Compañía comparte la misión de difundir la espiritualidad ignaciana con la Comunidad de Vida Cristiana, tal y como está regulado en el acuerdo firmado entre ambas entidades. En Las Palmas de Gran Canaria, la Compañía comparte la misión de animar la vida sacramental de la Iglesia gracias a que la Diócesis le cede en usufructo la Iglesia de San Francisco de Borja, de la que fue propietaria la propia Compañía hasta mitad del siglo XVIII. En La Palma, en Tenerife y en Gran Canaria, tres delegaciones de la Fundación Entreculturas, animadas y trabajadas por personas voluntarias, son instrumento con el que la Compañía colabora para promocionar la solidaridad con los pueblos y sociedades sometidos a situaciones de pobreza e injusticia. Son sólo algunos ejemplos de cómo la Compañía de Jesús colabora en nuestra tierra con muchas otras personas e instituciones para poder hacer su misión (la Casa de Espiritualidad de Los Lagares, la presencia en la pastoral penitenciaria, el Centro Fe y Cultura Loyola, el apoyo a Intermon, la colaboración con la pastoral de algunas parroquias o de otros centros educativos…).

¿Hacen falta jesuitas para hacer todas estas cosas? Probablemente, muchas se pueden hacer sin la presencia física de un jesuita concreto en los diferentes niveles de actuación. Del mismo modo, quizás estas actividades podrían vivir sin su dependencia orgánica de la Compañía de Jesús (sea cual sea esa dependencia). Por supuesto, la Iglesia continuaría adelante sin que los jesuitas dieran sus ejercicios o lideraran sus colegios y universidades. Todo eso es posible, pero el carisma de la Compañía de Jesús no es meramente hacer cosas.

Los jesuitas que viven hoy en las islas o aquellos otros nacidos en las islas que viven en diferentes lugares de nuestro mundo, como el lagunero José de Anchieta o el palmero Arce Rojas, son un modo de vida, son Iglesia con un carisma propio. El carisma no es meramente hacer esto o aquello, ni siquiera es tener una misión tal y como se define en sus documentos concretos en un momento de la historia (actualmente, la Compañía define su misión como “servicio de la fe y promoción de la justicia que la misma fe exige, en las culturas y en diálogo con otras tradiciones religiosas”, y esta definición no es la misma que utilizó la Compañía para señalar su misión a mitad del siglo XIX o a inicios del siglo XVII). El carisma de la Compañía se concreta en un modo de vida religioso, con los tres votos de todas las órdenes y el voto peculiar de disponibilidad ante Pedro, tal y como fue aprobado por la Iglesia Católica cuando recibió en su seno aquel modo de organizarse que proponía Ignacio de Loyola.

La Compañía de Jesús no dejaría de serlo si se retirara de Radio ECCA o del Colegio San Ignacio de Loyola. No dejaría de ser Compañía de Jesús si llegara a acuerdos diferentes para hacer cosas diferentes a las que hoy hace, como no deja de ser Compañía de Jesús por vivir en una casa de la C/. Antonio de Viana en vez de vivir en la casa parroquial de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife (como hizo hasta mitad de los noventa) o en una casa alquilada del barrio de la Isleta (hasta el 2006). La Compañía de Jesús no es más “jesuita” cuando un religioso de la misma dirige un colegio o si todos los profesores de religión son jesuitas. Si la Compañía de Jesús decide en un contexto llevar sus obras mediante personas laicas o enviar a jesuitas a trabajar en obras que dependen de otros organismos eclesiales o sociales no es por ello más o menos Compañía de Jesús.

¿Por qué entonces seguir los pasos de Anchieta, de Arce Rojas, de Ignacio de Acevedo? ¿Por qué y para qué las vidas Oscar Martín, de Fernando López, Marcos Díaz Bertrana, David Fagundo…? ¿Por qué y para qué sus votos y su modo de vida?

De dos tipos son los motivos que encontramos para ser jesuita. Ambos motivos tienen que darse. El primero es social, institucional, el segundo tiene índole personal. Merece la pena seguir a Jesús en la Compañía que quiere llevar su nombre, porque la Iglesia de Jesús aprueba ese modo de vivir concreto, inspirado en los Ejercicios Espirituales y definido en las normas y constituciones de la Orden ignaciana. En ese sentido, merece la pena ser jesuita porque merece la pena ser Iglesia Católica y reconocer como misión propia, como propia organización y como modo de vida propio aquella misión, aquella organización y aquel modo de vida que la propia Iglesia reconoce como parte de ella misma en la Compañía de Jesús. Todo esto hace referencia a los votos religiosos, a la vida en comunidad, al modo en que se eligen y deciden las tareas apostólicas, a la disponibilidad propia del jesuita ante las solicitudes de la universalidad de la Iglesia modulada por el carisma de comunión que detenta el Papa. Para ser jesuita hay que tener capacidad para vivir de este modo.

Pero, supuesta esta propuesta eclesial e institucional, este modo de vida se vive como una opción vital, decisiva, para la persona que asume este camino. La psicología, la historia familiar, algunas personas de especial sifnificación en la propia experiencia vital, un libro que se leyó, una conversación… Muchas cosas explican por qué alguien da el paso de pedir a la Compañía ser admitido en ella. Todas ellas sirven para decir que, finalmente, la persona que vive como jesuita es alguien al que le gusta ser jesuita, alguien que goza con el modo de vida de la Compañía. Todo eso, por más que pueda explicarse desde las ciencias humanas o desde las experiencias vitales, está siempre rodeado de ese misterio que afecta a todo lo realmente humano, es decir, a todo lo realmente divino. Ese misterio remite directamente a la persona de Jesús, el Cristo, y se vive no tanto como una opción entre varias, cuanto como una vocación, como una llamada a la que responder. Y no se responde de forma afirmativa si, finalmente, la persona no reconociera ahí un modo de vida que le desafía, que le seduce, que le gusta. Anchieta, Emilio, Juan Luis, Fernando, Oscar… son jesuitas porque les gusta y porque la Iglesia les necesita. ¿Parece poco?