domingo, 27 de septiembre de 2009

Cerrando maleta y dando gracias

A veces las cosas no salen como uno quisiera. Por uno u otro motivo no te sientes protagonista de lo que estas viviendo -ni siquiera quisieras vivirlo- y es que todo el guión que empezabas a gestar desaparece de golpe sin que apenas te des cuenta. Te levantas y no reconoces lo que vives porque no lo sientes como propio.

Cuando tenemos la suerte o la desgracia de experiementar situaciones como éstas nos extrañamos de que el mundo no se detenga; nos extraña que todo siga como si nada, cuando para nosotros nada es como antes y poco sentido le encontramos ahora. Es en esa incertidumbre, en ese momento de debilidad y de miedo, en esos momentos de soledad de que nada te importa, cuando, apenas sin darte cuenta, te ves verdaderamente acompañado.

Tienes la suerte de tener unos padres que te sostienen y miman, que apuestan por tu futuro y tus ilusiones cuando tú apenas las reconoces; unos hermanos que te distraen, te llenan, te aconsejan e intenta normalizarlo todo para que te sientas mejor; una familia que aún en la distancia te mantiene presente y te lo hace saber a diario; es en momentos así cuando la gente que te rodea, y que normalmente supones que te quiere, te demuestra porque los llamas amigos; aparecen largos paseos de playa, tardes con churros y pelis, partidas de risk y horas de wii y risas; encuentros con viejos compañeros de la universidad que te tratan como si el tiempo se hubiese detenido y el cariño, no solo no hubiese disminuido, sino parece que se ha multiplicado; incluso las regañinas de alguna buena amiga te reconfortan y te llenan de cariño y seguridad; días de llamadas, de subida a Teror, de anécodtas absurdas con la única intención de oirte, de abrazos improvisados, de karaokes en el coche y de peliculas en el cine con más o menos acierto; cafes cerca del cole y meriendas y cenas de toque ignaciano; jornadas de playa desconocidas, de cds que salen por las ventanillas y de alegría por disfrutar juntos de una aventura más; días de amigos que velan y te recuerda la fe que tienes, que te animan a seguir creciendo y a seguir apostando por el día a día...

Es entónces cuando, sin saber cómo, y aún con la pena encima, la oración que cada día has llevado dentro se va convirtiendo en una acción de gracias por todo lo que nace de la adversidad y por aquello bueno que brota de la pena; es cuando poco a poco, y gracias a todo lo de arriba (y al de arriba), empizas a ver la "vida" que surge de la situación de "muerte" que experimentas.

Es así como comienzas a sentirte más que nunca en las manos de Dios, como buenamente dijo Arrupe al cargar con su pena particular, y tal y como te dijo una amiga de ojos risueños, empiezas a confiar en la vida.

Por todo ello, por todos ellos, a todos ellos... muchas gracias.


En breve voy a cerrar maleta y en unas horas a coger el avión. Y luego a seguir confiando.



2 comentarios:

  1. Qué tengas un buen viaje amigo mio. 1 abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Si ese avión te trae a Granada no dudes que tienes un café (o tila, o menta-poleo o coca-cola fría...) ante el que reflexionar o desahogarte si así lo quieres.

    No sé a que se debe tu momento de incertidumbre o de debilidad; pero, en todas las crisis siempre hay un componente positivo, además del que has comentado de saber y sentir que hay mucha gente que está a tu lado y te apoya; y es que ayudan a crecer y madurar emocionalmente.

    Y como las crisis son inevitables, ponte en manos del que todo lo puede; la confianza en Él y en tus propios recursos lograrán que pronto reconozcas lo que para ti tuvo de bien esa crisis ;).

    ResponderEliminar