viernes, 20 de mayo de 2011

Aquel 20 de mayo.....

Hoy comienza parte de la historia de muchos de aquellos que siguen este blog. Tal vez sea exagerado pensar como una situación accidental que cambió por completo la vida de una persona, fue, es y será capaz de incidir en la historia de la humanidad de tal forma que muchas historias personales verán la huella de aquel suceso en sus propias vidas.

Nos situamos en una Pamplona sitiada por los franceses, una Pamplona inmersa en refriega, defendida a esas alturas por un puñado de hombres ya replegados. Una batalla perdida que unos cuantos no quieren ver, no quieren abandonar.

En ese contexto una suena una bombarda. Disparada seguramente por alguien que poco imaginó el destino de aquella bala. Una bala que silabeante corta el aire y termina destrozando la pierna a un joven soldado que alienta a sus compañeros a aguantar en la defensa.

Aquel 20 de mayo de 1521 era martes, y esa bombarda destrozó la pierna a un bravucón soldado, antes gentilhombre sin fortuna, nacido en tierras vascas al servicio de la Corona de Castilla. Aquel desafortunado llevaba el nombre de Iñigo López de Loyola.

La historia que sigue muchos la conocen, y si no les animo a que lo hagan. Lo que más me sorprende es que aquel día, con aquel hecho que supuso tanto dolor físico como emocional en la vida de Iñigo, fue la génesis de un proyecto, una conversión, un proceso que fue gestándose poco a poco hasta convertirse en un "capricho de amigos en el Señor" que hoy es la Compañía de Jesús.

Al que hoy conocemos como Ignacio de Loyola aquél hecho le cambió la vida. El Señor se valió de aquella situación de "muerte" para generar vida. E Ignacio supo ponerse a tiro, escuchar, sentir y aprender a relacionarse con Dios de una manera novedosa y genuina que posteriormente regalaría al mundo en aquel método de oración que ha atravesado siglos de historia y a través del cual millones de personas han experimentado al Dios de Jesús y su mensaje para con sus vidas: los Ejercicios Espirituales.

Quiso el Espíritu que aquel que se veía con ansias de fama acabara vistiendo de saco; aquel que se empeñaba en vivir en Tierra Santa acabara estudiando letras a sus más de 35 años; aquél que se enfrentaba en Pamplona contra navarros y franceses acabara estudiando en París y tocando el corazón de Francisco Javier, un navarro que terminaría entregando su vida por el Evangelio y participando de aquella ilusión de "amigos en el Señor"; aquel que "hasta los 26 años fue hombre dado a las vanidades del mundo" paso buscando la voluntad de Dios gran parte de su vida, hasta consagrarla por completo al servicio del Dios de la Vida de la mano de una orden religiosa que hoy es fundamental para entender el devenir de nuestra Iglesia y del mundo. Aquel que busco en sus inicios la gloria de los hombres, acabó entregándose Ad Maiorem Dei Gloriam - A Mayor Gloria de Dios

Seria de locos pararnos a pensar todos aquellos detalles que de una u otra forma inciden en nuestra vida, pero es cierto que muchas decisiones que tomamos o bien que otros toman por nosotros, nos embarcan en aventuras o desventuras que no alcanzamos a imaginar. Lo importante de todo ello es caer en la cuenta de la libertad que se nos da para vivir, aun cuando nos vemos enfrascados en situaciones que nunca imaginamos o quisimos, siempre hay un margen de libertad para optar, decidir y caminar. Por otro lado lo importante es leer esos hechos desde la perspectiva de Dios, siendo conscientes que nuestra lógica no es la suya y que el Dios de Jesús se implica con el hombre haciendo suyo nuestro sufrir y nuestro sonreir. Desde esa perspectiva para mirar nuestra propia historia de salvación con los ojos de Dios, la Vida se lee en mayúsculas, sin desperanza ni frustración, siempre con la ilusión de un camino nuevo donde debemos dejarnos soprender.
Gran parte de mi historia comienza hoy, con aquel grito de dolor de un hombre medio mutilado que cae entre pólvora y sangre. Y una historia que así comienza a dando infinidad de VIDA a lo largo de 490 años.... vida materializada en entrega, en amor y servicio, en ilusión, lágrimas y retos, en miserias y errores, en oración, fe y en muchos hombres y mujeres que forman y han formado parte de la Compañía de Jesús.
Nunca sabremos a priori que hecho definira nuestra historia personal, solo debemos confiar en que Dios camina a nuestra vera y es entonces cuando confiamos, a pesar de todos los pesares, en la VIDA, en que nuestra historia tiene sentido siempre. Solo hay que confiar y sobre todo, esperar.

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