sábado, 23 de abril de 2011

Viernes santo, sábado de espera...

De repente un día te encuentras mal, sientes molestias pero no les das importancia. Al final acabas por ir al médico, entrar en un hospital, y sin darte cuenta, sin saber cómo has acabado allí, sin saberte protagonista de la historia que vives te dicen que es inoperable, que no hay solución, que nos estás dejando...

Tienes dos semanas para decir adiós, compartir lágrimas, despedirte con prisas y decir todo aquello que crees que debiste decir pero que la vida no te ha dado oportunidad ni tiempo.

Compartes con tu gente, tus amigos, tu mujer y tus dos niños, tienes la suerte de poder celebrar el primer cumpleaños de unos de ellos hace apenas una semana. Pero todo es muy rápido y la realidad se impone... saliste de tu casa sin saber que no volverias, dormiste en tu cama y junto a tu mujer sin saber que sería la última vez y charlaste con un amigo, compartiendo un "hasta luego" que no llegará.

Yo apenas te conocia. Sabía que existias, que eras parte de esa familia que tengo en Barcelona, conocia a tu padre y sobre todo a tu tia que es mi abuela. Mi prima me pidió oraciones por ti no hace ni 5 dias, cuando todos nos enteramos de esto. En la madrugada del jueves santo, el día de la entrega de Jesús amándonos hasta el extremo, se apagó tu vida rodeado de los tuyos. Y yo te tuve y te tengo presente desde aquel momento.

A miles de kilómetros noto a mi familia impotente, impactada, dolida, triste... la distancia y la edad hacen que solo puedan consolar a los tuyos por teléfono. Para luego callar y mantener la mirada ausente y perdida por tanto dolor.

Días de lluvía, de recuerdos que me invitan al llanto, días grises de miradas ausentes y charlas calladas. Supongo que eso es vivir el viernes santo y el sábado de espera... supongo que así viviría María estos días de Pasión... y yo egoistamente me niego a ello. Me cuesta acoger y sobre todo confiar.

Pero es lo que queda. A mí y a los mios que hoy lloran y que en breve nos reuniremos juntos a comer en familia. Acoger y confiar.

Hacer nuestras esas líneas de Machado "no puedo cantar ni quiero a ese Jesús del madero sino al que anduvo en la mar". Apostar por la VIDA, porque la cruz no es nunca el final aunque a veces parezca la estación de término. Apostar por ese Dios que invitó a Pedro a caminar sobre las aguas, a confiar y poner el corazón en juego hasta andar sobre las aguas oscuraras y superar la tormenta. Ese Dios que acompaña y apuesta por nosotros y que hoy, esta noche, de nuevo volverá a demostrarnos que la cruz no es un fin sino solo un medio para alcanzar VIDA.

Escribirlo es fácil, sentirlo y acogerlo cuesta más. A mi ahora mismo, me cuesta horrores. Pero todo llega, todo pasa. Solo toca confiar.

Y para ti Carlos, mi recuerdo, mi oración más sincera y realmente sufrida, con la poca fe que últimamente tengo, pero que estos días pongo en tu nombre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario