martes, 10 de noviembre de 2009

Naaaa, na, na nananaaaaaaaá

Nerviosismo y carreras hasta la tele. Es la hora. Toca pulsar el botón de aquel enorme aparato de televión de los ochenta y empezar a escuchar el famoso "naaa na ná na na ná" que quedaria impreso en la memoria de generaciones de chicos y chicas que algunas vez pasaron por Barrio Sésamo.


Fue en 1969 cuando en la pequeña pantalla norteamericana se emitia por primera vez. Diez años después son los hogares españoles- en España las cosas a su ritmo, no iba a ser esto una excepción - los que abren sus puertas, más bien sus televisores, a un programa que forma parte del patrimonio emocional de muchas generaciones de niños y niñas.

Supongo que en sus comienzos sus creadores no imaginaron que su obra acabaría teniendo tal repercusión, y que ocuparía un puesto preminente en el recuerdo de millones de personas a lo largo y ancho del planeta. Y es que son cerca de 120 países en los que Sesame Street se ha colado. Cuarenta años desde entónces con sus respectivas adaptaciones nacionales, unos 4.187 episodios, 37 temporadas que lo han convertido en el programa para niños más duradero en la historia de la televisión. ¿Y cúal fue y es el secreto? pues ni idea... yo disfruté de la serie a mitad de los ochenta y ahora, con mi edad, me atrevo a decir que tal vez en su sencillez radica su magia. Bien es cierto que por entónces los niños, creo, eramos más inocentes, y una marioneta de colores vivos podía "atontarnos pedagogicamente" durante un rato.

Desde aqui, y como tengo la suerte de decidir qué publico, quiero homenajear a este programa, a esas marionetas, nacidas de la mano de Jim Henson, que tan buenos ratos me han hecho pasar y como no, a la versión española.


A ese Espinete, ese erizo rosado que en tantos lios se metia bajo la atenta mirada de Don Pimpón, Chema el panadero, el viejo Julián el del kiosko, la gallina Caponata... todas sus andanzas se intercalaban con episodios de los inseprables Epi y Blas; Coco con su repetitivo y pausado "arriba, abajo"; Oscar el Gruñon, el ejemplo a no imitar con ese carácter antipático y arisco; Juan Olvido y ese caballo que le recordaba lo que debia hacer; la mítica rana gustavo y mis preferidos: el Conde Draco, ese vampiro añorable con la obsesión de contar y contar a todas horas, contagiando su cariño a las matemáticas a todo el que queria atenderle y Triki, nuestro monstruo de pelaje azul que engullia galletas sin tino a todas horas.

La magia de todo esto es que el programa, y todos aquellos que formaban parte de él, tiene una clara vocación docente y todo lo que en él se desarrolla, amén de divertir y entretener, cumple una función pedagógica que muchos profesores de universidad que conozco querrian poseer - trasladada a su ámbito y nivel evidentemente-.

El respeto a la diversidad, la amistad, el compartir, la confianza, la multiculturalidad eran valores que a través de unas marionetas muchos niños y niñas empezamos a conocer y, casi sin darnos cuenta, a interiorizar.

No creo que la mia sea una generación mejor ni peor por haber disfrutado de este programa, pero es cierto que a día de hoy no me cambio por ninguna otra, y que me siento muy orgulloso de emocionarme y sonreir al recordar historietas de estos personajes, y de ser uno de los millones de niños que pasamos por Barrio Sésamo y nos reimos a pierna suelta con ese ¡¡ quiero galleta !!

1 comentario:

  1. Pues yo también recuerdo esos personajes, en mi caso se llamaba Plaza Sésamo y era la versión mexicana, que ya veo que los nombres de los personajes eran otros, más no las aventuras y aprendizaje divertido.
    Ojalá la generación infantil actual sepa valorar este tipo de programas y que los adultos les enseñemos los buenos valores que cada día parece que se pierden más.

    Un fuerte abrazo, Ana P.

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