Tras la beatificación de la pasada semana nos toca a nosotros tomar su relevo. Extender la memoria, la obra y el enamoramiento de este joven jesuita, de la mano de la devoción al Corazón de Jesús. Y así, de esta forma, seguir optando por el Reino y esa bandera que es la Buena Nueva.
Y es que orar al Corazón de Jesús es hablar a un amor infinito. Es hablar y orar a Dios. Para conocer la vida del apóstol del Corazón de Jesús en España nada más que tirar de la web de la beatificación del Padre Hoyos. Así mismo, con motivo de la beatificación que celebrada en Valladolid, la editorial Sal Terrae ha editado dos biografías muy cercanas -escritas de la mano de dos compañeros de Orden- amenas y realmente ilustrativas de la persona y la historia de este enamorado del Señor que fue el padre Hoyos; así como una antología de textos acerca del Sagrado Corazón que bien vale la pena leer y orar.
La devoción y el culto al Sagrado Corazón es una práctica hoy caída en desuso y olvido. Supongo que la representación material de la misma y su comercio por doquier ha ido desvirtuando el mensaje y el contenido de ésta. Entre los católicos en genera,l y los más jóvenes en particular, apenas se conoce la "gran promesa", apenas se sabe de los cultos propios de la fiesta del Sagrado Corazón, apenas se vuelve a musitar esa plegaria que nuestras abuelas recogían en apenas un murmullo, y que eran descanso confiado en las manos del Padre: "Corazón de Jesús, en Vos confío".
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Más allá de fundamentalismos y prácticas vacías de sentido, más allá de arcaicas tradiciones religiosas olvidadas, más allá de estampas y figuras de escayola o marmolina existe una devoción que condensa, de manera clara y directa, el mensaje del Evangelio, el Amor de Dios Padre para con los Hombres. Nos recuerda el compromiso del Verbo encarnado para con todos los hijos de Dios, mensaje en torno al cual gira toda nuestra historia de salvación. El jesuita Bernardo Francisco de Hoyos fue un enamorado de todo ello, su legado no es otro que ese sosiego, esa paz, esa confianza en un Dios que es Padre y cuya misericordia alcaza generación tras generación. Y es que "tanto amó Dios al mundo que dio a su único hijo" (Jn 3, 16), esto representa el Corazón de Jesús. Un Corazón de carne que nos recuerda que Dios se hizo hombre, se implicó directamente con la humanidad, y que vivió como uno de tantos. Un corazón que aparece herido, para recordarnos que Jesús igual que nos acompañó en este mundo, igual que nos amó, también sufrió por y con nosotros. Esas heridas no adquieren significado únicamente en la experiencia de Jesús vivo en el Evangelio, sino en la del Jesús resucitado, vivo hoy entre nosotros. Un corazón que acompaña a todos los crucificados de este mundo, que acoge a aquellos que se dejan tocar, un corazón vivo que tiende manos y enjuga lágrimas.
A través de estas líneas he querido por un lado dar noticia breve de la beatificación del joven Bernardo de Hoyos e intentar acercar de una manera personal y atractiva una devoción que me tiene profundamente cautivado y la cual creo merece la pena volver a recuperar con autenticidad, con radicalidad evangélica, más allá de una memoria vacía y sin sentido. Y a través de todo ello, seguir el peregrinaje por este mundo con la vista puesta en el Dios de Jesucristo.
Toda esta reflexión nace de una frase contenida en una imagen que he encontrado por casualidad navegando por internet y que comparto con todos ustedes:
Toda esta reflexión nace de una frase contenida en una imagen que he encontrado por casualidad navegando por internet y que comparto con todos ustedes:
¿Sabes cómo terminan los jóvenes
que sólo se dedican
a los asuntos del corazón?
Beatificados
que sólo se dedican
a los asuntos del corazón?
Beatificados