jueves, 4 de marzo de 2010

Cuando los asuntos temporales pueden más...

La ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo - la cotidianamente conocida como nueva ley del aborto - fue ayer publicada en el BOE tras haber sido sancionada por Su Majestad el Rey Juan Carlos I. Entrará en vigor el próximo día 5 de julio del presente año 2010.

Hace unos días, reflexionando con un amigo sobre la posibilidad y conveniencia de que el Rey se negase a sancionar la ley, llegué a la conclusión de que sería difícil ver a nuestro rey actuar como a Balduino de Bélgica, el cual abdicó durante 36 horas, siendo declarado por el Gobierno temporalmente incapaz, por no querer sancionar con su firma la ley que ampliaba los supuestos legales del aborto. Supongo que nuestro Rey se habrá dejado aconsejar, habrá charlado con su acompañante espiritual o algun religioso o religiosa acerca de su función como Jefe de Estado y de sus obligaciones como tal. Quiero pensar que ha sido una decisión meditada, orada y profundamente dolorosa para nuestro monarca...

Si bien es cierto que el otro dia mientras charlaba con mi amigo también llegué a la conclusión que poco pasaría si nuestro monarca no rubricase sobre tan peculiar ley. Recordando mis años de estudio de Derecho Constitucional recuerdo que los actos del Rey están exentos de responsabilidad, falta de responsabilidad compensada por la regla que imputa la responsabilidad de lo actuado a los sujetos que cooperan con su majestad. De esta forma recoge nuestra Carta Magna que "De los actos del Rey serán responsables las personas que lo refrenden" art. 62.4 CE. Me explicaban en la carrera que la sanción de una ley, que seguia un procedimiento ajustado a derecho, no era cuestión voluntaria para el Rey, sino algo obligatorio que suponia el culmen de un proceso de inspiración constitucional, si bien es cierto que tal acto es de obligatorio refrendo por el presidente del Gobierno en este caso. El refrendo hace referencia a la falta de responsabilidad del Rey, por ello se dice que todos los actos del Rey están refrendados por figuras constitucionales (el presidente del Congreso por ejemplo, refrenda al Rey a la hora de disolver las cortes cuando expira la legislatura o se nombra al presidente del Gobierno; éste a la hora de sancionar determinadas leyes o lo ministros si de lo que hablamos es de reglamentos).

Cierto es que una inacción del Rey no queda contemplada en la Constitución y que seguramente el problema hubiera quedado resuelto en un plano político, afectando al gobierno o abriendo el debate de la reforma constitucional. Lo que cabe preguntarse aqui es si es más importante la trascendencia y la coherencia interna de una persona o la institución temporal que representa.

¿Y si no hubiera hecho nada? pues probablemente la falta de actividad del Rey hubiera generado un intenso debate que, en el peor de los casos, hubiera desembocado en una reforma de las funciones de la Corona en el marco constitucional; la ley del aborto hubiera sido aprobada de igual manera a partir del refrendo correspondiente; y unos cuantos hubiesen encontrado ante la falta de docilidad del monarca, la excusa perfecta para enarbolar la tricolor republicana.

Aún asi, ¿y qué? el ejemplo el Rey hubiera alentado a millones de católicos y creyentes (y seguramente increyentes) de todas las religiones, se hubiera ganado el afecto y la simpatía de un sin fin de personas, españoles o no, que hubieran visto en su conducta un ejemplo de recta conciencia y coherencia personal, religiosa y politica, de la que hoy carecemos.

Cuando sir Tomas Moro esperaba en el cadálso el golpe del frio acero que le rebanó el cuello dijo a los allí congregados "muero siendo el buen siervo del rey, pero primero de Dios". Su negativa a aceptar el divorcio de Enrique VIII con Catalina de Aragón- fruto de la soberbia, el egoismo y la debilidad carnal del monarca inglés- le costó su puesto político y hasta su vida, pero tuvo a bien saber optar entre los asuntos temporales y su alma trascendental. Desde nuestra óptica actual esto parecerá una tontería, pero llama a reflexionar acerca de la coherencia de uno mismo.


A su vez, mientras acusaban de cometer pecado público a sus señorías, la Conferencia Episcopal Española, a través de su portavoz, ha querido eximir al Rey de su obligación como católico... supongo que por miedo. De esta forma, el altivo Martinez Camino no supo explicar ni dar razones fundadas del motivo por el que el monarca gozaba de la absolución eclesial, simplemente volvió a hacer gala de un discurso cerrado que a muchos empieza (y digo empieza porque antes rompiamos lanzas a su favor) a cansarnos.

Sé que éstas líneas pueden no ser acogidas con agrado desde mucho puentos de vista, y sé, o quiero creer, que para nuestro Rey no habrá sido una solución agradable y que a lo mejor le ha faltado un valor (que ni yo mismo sé si poseo) que caracterizó al obispo Fisher, Tomas Moro, Balduino de Bélgica y otros tantos nombres anónimos que han sabido vivir su fe con coherencia, viviendo conforme a los asuntos temporales de este mundo, pero teniendo siempre la vista puesta en un Dios Eterno, Señor de todas las cosas. Viviendo con la mente puesta en ese tesoro y sabiendo que "donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón" Lc 12, 34.

Durante estos días desde muchos foros se ha recogido, refiriéndose a este tema, la cita del Evangelio de San Lucas que dice: "A quien mucho se le dio mucho se le pedirá; a quien mucho se le confió mucho más se le exigirá" Lc 12, 48. Realmente no sé que pensar, solo me queda rezar por nuestro Rey y la institución que él representa. Confiando en la misericordia que también recoge el Evangelio. Lo que si que tengo muy claro es que el espítiru tiene motivos que la razón no entiende y que todos vivimos bajo el imperio de la ley que ordena nuestra convivencia social. Si bien es cierto, el respeto a la legalidad no esta reñido con esos momentos en los que determinadas personas, en honor a su cargo y responsabilidad, deben saber tener gestos (pienso en una nota de presan, un comunicado oficial...) que les ayuden a marcar distancias con las miserias de este mundo.

Gestos que cooperen a un bien más universal, pero para ello hace falta mucho valor.

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