martes, 19 de octubre de 2010

La santa de la confianza y unas líneas de caridad

Cuando uno se deja tocar el corazón y experimentar sin miedo el profundo amor de Dios es imposible que quiera guardar bajo llave tal regalo, más bien al contrario, sentirá un enorme deseo de compartir con los demás tanto bien recibido. Si a eso unimos una sensibilidad diferente, peculiar y profunda para hablar de la experiencia de Dios y un arte en el manejo de la prosa tenemos a figuras como san Juan de la Cruz o santa Teresa de Jesús. Los que queremos a la Compañía en demasía hablamos de Ignacio de Loyola como otro de los místicos españoles, que es muy cierto, pero a veces con malas comparaciones ya que, sin duda alguna, la riqueza y la belleza de los textos de san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús no tienen comparación alguna con las líneas de fe que nos dejó el fundador de los jesuitas.

El viernes pasado, 15 de octubre la Iglesia Católica nos invitó a recordar la memoria de santa Teresa de Jesús, santa de la confianza, enamorada del Dios de la Vida, fundadora de la Orden del Carmen descalzo, mística española del siglo XVI, Doctora de la Iglesia, ejemplo de santidad y entrega de oración, figura del Siglo de Oro de la literatura española… muchas cosas podría escribir sobre la santa de Ávila, pero no es momento ni lugar. El que quiera saber algo de ella que bucee en sus biografías, pero el que quiera conocerla y disfrutar de la mística española que se sumerja en sus obras.


Tuve la suerte de que una persona me regalara sus obras hace no demasiado tiempo, toda una sorpresa, todo un regalo al igual que otros muchos que me dejó. He de confesar que no las he leído completamente, pero si que puedo decir que leer a santa Teresa de Jesús es hacer oración con cada frase que recoge en su poesía y su prosa. Sus líneas son, más allá de literatura, espiritualidad. Una forma diferente de relacionarse con Dios a través de la lectura. Un arte vamos. Pero poco más quiero escribir sobre ella, saboreen su obra que es lo propio.

De lo más conocido suyo, de lo más leído y orado es la poesía del “Nada te turbe, nada te espante”. Supongo que la sensibilidad de cada uno viene de la mano de los tiempos vitales que vamos viendo, quizás por ello esta oración me guste tanto. Una oración que me invita a confiar en Dios, a fiarme de Él, a escribir unas líneas refiriéndome a la confianza, a la seguridad de aquel que descansa en Dios y que se sabe protegido a la vera de un Padre que acompaña nuestro caminar. Aunque a veces no lo veamos, aunque a veces nos falte la fe para verlo. Esta poesía me da la tranquilidad y el sosiego de aquel que teniendo a Dios, aún en la tormenta, se lanza a la mar.

Me quedo con las primeras líneas de este poema.

Nada turbe,
Nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta

La idea era terminar la entrada con las líneas de santa Teresa, pero a veces es mejor no pensar y seguir escribiendo.

Antes he mencionado a san Juan de la Cruz, otro que comparte mucho de lo que arriba dije de santa Teresa, y otro cuya fe supo plasmar en frases que dejan a uno ensimismado, frases cortas, sencillas, pero cargadas de Buena Nueva. Ensayando unas canciones el otro día conocí una de esas frases, “El alma que anda en amor ni cansa, ni se cansa”, hoy no toca hablar del místico que reposa en Úbeda, pero esta frase se ha convertido en una letanía que no dejo de repetirme a lo largo del día y que, sinceramente, me encanta. Supongo que porque me recuerda mucho al Himno a la caridad, al amor, que recoge san Pablo en su Primera carta a los Corintios (1 Cor 13, 1-13), hoy de tanto usarlo en bodas y celebraciones se ha oxidado y puede llegar a sonarnos cursi, pero para mi condensa un mensaje muy humano - el amor es paciente, es afable (…) no es orgulloso (…) no busca su interés, no apunta las ofensas (…) - que va de la mano de lo divino(…) se alegra de la Verdad. Aguanta todo (…) no acaba nunca - , esas líneas me ayudan mucho a confiar en Dios, y a confiar también en las personas. Pero bueno, ya tocará escribir sobre esto, solo quería compartir esa frase de san Juan de la Cruz que me esta acompañando estos días. Tal vez, también a alguien te ayude para confiar en la gente, para fiarse del Himno que san Pablo nos dejó y para no tener miedo a ser alma que anda en amor.

jueves, 14 de octubre de 2010

Una manera diferente

Llevo ya casi ocho meses en Sevilla. Ocho meses cruzando el puente de San Telmo varias veces al día y disfrutando de un Guadalquivir en calma que se funde con el horizonte, aderezado en este tiempo otoñal con una fresca brisa que da muestras de que el tiempo va cambiando, y los calores infernales han pasado.

Detenerse en mitad del puente supone contemplar parte del encanto de Sevilla: ver erigirse imponente la Torre del Oro a orillas de un río que juega a colorearse cuando el sol comienza a ocultarse, acompañado, al final de la tarde, por marchas que recuerdan a Sevilla que la pasión de la Semana Santa permanece perenne en el espíritu de una ciudad de fe y tradición.

Aún solo esos paseos diarios sobre las aguas del Guadalquivir dan de por sí para cautivar y ensimismar a aquel que se detiene a gustar y sentir sin prisas, y más en mi caso, teniendo presente mi condición de isleño, pues un río para un canario es algo más imaginario que real.

Hace un par de semanas descubrí otra forma de mirar al río, más allá de cruzarlo a través de los puentes y contemplarlo acompañado de sonidos que evocan pasos, palios y olor a incienso.

La insistencia de una compañera de trabajo consiguió arrastrar al que suscribe y a dos compañeros más a apuntarnos a un curso de remo de dos semanas… toda una experiencia que en un principio se me planteo como simple distracción deportiva, pero que acabó por convertirse en una manera diferente, alternativa y original de relacionarme con el río que tantas veces he cruzado.

Remar no es fácil y menos cuando se debe combinar la fuerza de brazos con el impulso del tren inferior (pues el banco de la embarcación es móvil y debe uno tirar de brazos y propulsar con las piernas), a la vez mirar al frente pero moverse de espaldas sin tener seguridad absoluta de hacia dónde vas, todo ello a apenas diez cm del agua y con la obsesión de que las palas entren y salgan del agua de la manera correcta y sin soltarlas un momento si no quieres caer al agua. Ya digo, remar no es fácil y más cuando la única experiencia de remo que se tiene es la que uno se ha imaginado a partir del desembarco de los piratas protagonistas de la “La isla del tesoro” de Robert Louis Stevenson.

Dos semanas de remo han dado para mucho: para disfrutar e iniciarme en la práctica de este desconocido deporte olímpico, y también para frustrarme en mitad del río por apenas moverme o quedarme estancado entre algas y cañas minutos que se hacían interminables; también para ver caer algun desafortunado al agua y sentir miedo al ver, un día de viento, como la embarcación hacía lo que le venía en gana; ha sido un tiempo donde he podido conocer mejor a a mis compañeros de trabajo y compartir con ellos risas y charlas propias de inexpertos y torpes remeros; pero sobre todo ha sido tiempo para disfrutar del río…

Disfrutar del río a solas, deslizándome por su superficie apenas unos centímetros, acompañado de un silencio lleno de vida y de una luz que poco a poco iba apagándose teniendo la suerte de contemplar unos atardeceres diferentes y mágicos en mitad de un peculiar escenario: en mitad del río y rodeado de familias de patos que acostumbrados a los remeros casi rozan la pala. Momentos de concentración que se perdían en pensamientos que acababan por convertirse en oración y acción de gracias casi sin darme cuenta, y que apenas murmuraba por miedo a perder la instantánea que disfrutaba.

Realmente jamás pensé que dos semanas de remo me ayudasen a disfrutar así del río, a conocerlo y vivirlo como muchos sevillanos ni se han plantado, a relacionarme con él de una forma diferente en la que se mezcla deporte y naturaleza, esfuerzo y sosiego, miedo y confianza, silencio y mucha contemplación.

Para repetir sin dudarlo.

Gracias por tu insistencia Mar, antes compi de trabajo, hoy ademas amiga.