martes, 28 de septiembre de 2010

En Europa tenemos miedo...

Hace unos días, mientras atravesaba Andalucía en guagua empecé a caer en la cuenta. ¿Hacía dónde nos movemos...? ¿Qué esta pasando en Europa...? ¿A qué tenemos miedo...?Y es que, tras traer diferentes piezas, el puzzle que me salía no me gustaba demasiado.
Empecé a recordar cosas como...


La aprobación en el Parlamento Europeo de la que se llamó “Directiva de la vergüenza” en junio de 2008, la cual se materializó como un buldózer similar a aquellos que arrasaban poblados de negros en la Sudáfrica del apartheid, llevándose en este caso derechos y garantías de los inmigrantes irregulares en Europa.

Por otro lado, desde mediados de 2008 el paquete de medidas de seguridad ciudadana del Ejecutivo italiano ha supuesto la persecución y criminalización de los inmigrantes irregulares, especialmente de los gitanos romaníes. El escenario siguiente ha sido Francia: a lo largo de este verano el Gobierno de Sarkozy ha comenzado con deportaciones masivas con destino Bulgaria y Rumania; “expulsiones voluntarias” que han sido denunciadas por diferentes organismos internacionales y ONGs provocando un intenso y acalorado debate en el seno de la UE que a día de hoy no ha terminado

Sabemos también que estos días se prepara en Francia un Proyecto de Ley sobre inmigración que va en la dirección italiana: criminalizar al inmigrante, endurecer la reagrupación familiar y las condiciones para acceder al asilo. Algo de esto hay también en la reforma de la Ley de Extranjeria española aprobada a finales del pasado año, otra cosa es que nos queramos acordar.

También parece que lo hemos olvidado, pero hace apenas un año, el 29 de noviembre de 2009, Suiza aprobaba con un 57,5% de los votos la iniciativa de dos partidos de la ultraderecha nacionalista para incluir en la Constitución helvética la prohibición de erigir minaretes en las mezquitas del país. Apenas 4 de los 23 cantones suizos rechazaron la proposición.

Por otro lado, las elecciones del pasado domingo 21 en Suecia supusieron la entrada en el Parlamento sueco de la derecha xenófoba de los Demócratas Suecos. En los comicios generales de 2006 estuvieron por debajo del 3% quedándose fuera, hoy han obtenido el 5,7% lo que les asegura su entrada en el Parlamento y la situación de “grupo bisagra”, a pesar de la negativa de pacto con ellos de las formaciones mayoritarias.

Seguramente existan muchos más datos que cada día inundan los telediarios y los periódicos, pero que pasan inadvertidos entre una marea de información a veces excesiva en cantidad e inmediatez - pero carente de reflexión y mucha perspectiva - como para que nos sintamos interpelados.

En Europa hay miedo. Sin duda alguna. Se tiene miedo a lo desconocido, a lo extraño, a lo que viene de fuera. Un miedo real y patente pero, que me atrevo a decir, inducido. Inducido por unos medios frívolos y partidistas, muchas veces talibanes de la información, que sesgan, manipulan y ocultan una información que va creando una nebulosa de miedo que no quiero pensar a quien conviene. Unos medios que presentan la cara más negativa o peculiar de la minoría más grande de Europa como son los gitanos, generalizando y caricaturizando episodios que encasillan y dejan marca.

Medios que usan sin respeto ni control el término musulmán, Islam o árabe, sin apenas hacer distinción entre cultura, lengua o religión- dudo incluso que muchos periodistas sepan distinguirlos- ¿Qué diríamos si al hablar de ETA hablásemos de terrorismo vasco? ¿No sería un atentado contra todos aquellos vascos demócratas que han sufrido y sufren en sus carnes la sinrazón nacionalista? ¿ No estaríamos falseando la realidad? Lo mismo sucede cuando cotidianamente hablamos de terrorismo musulmán o islámico. El lenguaje es la más poderosa de las armas, pues va creando conciencias, prejuicios e ideas sin que apenas caigamos en ello. Acostumbrados a usarlos cotidianamente en nuestro lenguaje interiorizamos esos conceptos que, disimulandamente, nos van suponiendo ideas y con ellas, esos miedos y esas visiones apocalípticas que muchos pretenden vendernos.
Hablo de medios informativos porque creo que tiene una enorme responsabilidad moral, social y política. Pero no sería justo cargarles a ellos con todo el protagonismo de este drama, obviando a muchos políticos de gobierno y oposición a lo largo y ancho de Europa, empresarios, fanáticos religiosos, intransigentes ideológicos y muchísima gente de a pie, que prefiere la seguridad y la comodidad que supone la ignorancia en plena era de la información. Curioso.

Lo desconocido asusta, quizás si. Quizás en ocasiones tengamos motivo para ello, pero ¿cómo lo sabemos si dejamos que decidan por nosotros? Si no nos atrevemos a acercarnos al otro, a tenderle la mano, a escuchar su oración o su necesidad, no nos atrevemos ofrecer nuestro hombro ni mucho menos a enjugar sus lágrimas.

Intentar cada día no caer en esa trampa de miedo supone dar la cara, implicarse y atreverse a denunciar situaciones y actitudes anquilosadas que van consumiendo poco a poco a todo pueblo, toda comunidad, que no se abre, y que con pavor, rechaza lo ajeno, levantando anchos muros de incomprensión que aislan y matan.


Y ¿qué nos queda?

Benditos vosotros (…) porque fui extranjero y me acogisteis.

Eso mismo.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Esclavo de esclavos

A veces la gente pasa por el mundo sin hacer mucho ruido. Luego, cuando echamos la vista atrás, reconocemos méritos, experiencias y vivencias de gente que, en su momento, apenas le echamos cuenta o bien la tuvimos por loca o excesivamente soñadora, ensimismada con y por una causa poco compartida y, tal vez entonces, poco reconocida.

Supongo que es la historia de muchos grandes hombres y mujeres que en su tiempo fueron visionarios, y se atrevieron a mirar con otros ojos, quitándose vendas de prejuicios y miedos preconcebidos por una sociedad, o un mundo, anclado en sus propias miserias. Pero que en su momento era lo ordinario y lo corriente. Esa valentía tachada entonces de locura, hoy es reconocida como un don, como una gracia, como signo de algo que no sabemos como llamar.


Estas líneas a modo de reflexión son, creo, una buena forma de presentar la vida del jesuita Pedro Claver. Hoy celebra la Iglesia la fiesta de su santidad, un título que él ni por asomo busco, pero que realmente merece por ser su vida ejemplo de entrega y servicio, ejemplo de lo que es dar sin esperar y de lo que supone amar hasta que duele. Por ser reflejo e imagen de lo que para los cristianos es Dios.



Claver tuvo la suerte de coincidir en Mallorca con el hermano Alonso Rodríguez, y según cuentan, fue éste el que le animó a cruzar el charco y marchar a América a principios del siglo XVII. Su destino fue la plaza fuerte de Cartagena de Indias -hoy parte de Colombia-, un puerto donde Claver optó por la entrega y el servicio hacía aquellos que más lo necesitaban. Así, en contra de la opinión de muchos notables del lugar y algunos de sus hermanos jesuitas vivió conforme a un sueño: todos somos iguales a los ojos de Dios, y como tal, todos debemos ser tratados con cariño, dignidad y respeto. Un enunciado simple que hoy, en pleno siglo XXI no hemos terminado de interiorizar.

Cartagena de Indias era por entonces un puerto negrero de efervescente actividad. Enormes barcos con sus bodegas repletas de negros atravesaban el Atlántico desde África, donde eran cazados como animales con el beneplácito de reyes y gobernadores. Eran tiempos que a los ojos de hoy son difíciles siquiera comprender, tiempos en los que mucho teólogos llegaban a afirmar incluso que los negros carecían de alma. Barbaridades que hoy escapan a nuestra razón, pero que supone una de las muchas sinrazones que salpican la historia de la Humanidad.


Esos grandes armazones llegaban con sus bodegas infectadas de muerte, desolación y enfermedad. Y ahí entraba Claver con su sotana y su manta, para dar de beber y de comer, acompañar a los moribundos y compartir con ellos la Buena Nueva. Tras meses de viaje, sin ventilación ni cuidado alguno, no es difícil imaginar cómo serian esas bodegas. Pero ni eso, ni el idioma, ni las trabas de patrones impedían que subiera a cada barco recién arribara a puerto.

No es menos cierto que hoy en día algo del buen hacer de Claver pueda chirriarnos. Pero de nuevo debemos mirar atrás con la perspectiva que la historia nos da. Claver era hijo de su tiempo y como tal buscaba la conversión o la salvación de almas, entendiendo el servicio a Dios y a la Iglesia conforme a mucho de lo que por entonces suponía ser sacerdote. Sin embargo supo desprenderse de muchas de las ataduras de una sociedad pretensiosa, hipócrita y corrupta, y mirar, verdaderamente, con entrañas de misericordia, poner su fe en obras e implicarse con una realidad sangrante como fue la esclavitud, hoy vergüenza del mundo. Nada resta mérito a una vida entregada por y para los demas, pues aún viviendo en su tiempo, supo convertir Cartagena de Indias en la cuna de los Derechos Humanos.

Esclavos, leprosos, reos de la santa inquisición... estos fueron sus compañeros de viaje en la vida que le tocó vivir. Compañeros que él mismo escogió y que también hoy muchos escogen. Nuestro mundo ha cambiado, pero el dolor y la necesidad de optar sigue ahí. Imagino que por ello, el Papa Wojtyla, en su encíclica "Sollicitudo rei socialis" - centrada en la preocupación social de la Iglesia con motivo del vigésimo aniversario de la Populorom Progressio - reconoció a Pedro Claver como testimonio y ejemplo de solidaridad para el mundo actual. Nada más cierto.


Y es que enfermos, huérfanos,ancianos, sin techo, inmigrantes, reclusos, prostitutas, refugiados... o El Salvador, Haití, Chad, Sudán o Ruanda son actores y escenarios necesitados de Claver, de gente que quiera devolver la dignidad a los hijos de Dios, que no titubee al escoger a sus compañeros de viaje, que mire, también hoy, el mundo con ojos de soñador y quiera, como Pedro Claver, firmar como "esclavo de esclavos".