viernes, 25 de junio de 2010

A tientas en la vida

Hace tiempo que estoy muy unido a Radio ECCA. Un proyecto que nació en Canarias en la década de los sesenta de la mano de un jesuita visionario y excepcional, el padre Francisco Villén.


ECCA nació con una clara vocación docente, pensanda en su origen como un medio de alfabetización de la población adulta, que por entónces, no había podido acceder a la escuela ni a una educación básica en condiciones. Luego llegaron otros cursos, módulos, unos reglados otros de ocio, su extensión por España y latinoamérica, su salto a la cooperación internacional... esta pequeña radio nacida en el seno de la Compañía de Jesús es hoy una institución al servicio de los demás. Otro forma de trabajar por la justicia a través de la educación y de poner en práctica eso de "ser hombres y mujeres para los demás" que aquel loco por Cristo, que fue Arrupe, tenía siempre en mente. Y todo un referente en las islas donde casi la totalidad de los isleños pueden presumir de que ECCA forme parte de su formación, de hecho mi abuela - que en paz descanse - según me ha contado mi padre, aprendió a leer a través de los cuadernillos de ECCA hace muchos muchos años.


Esta entrada es para dar a conocer brevemente a ECCA (http://www.radioecca.org/) pero es sobre todo para dar a conocer un taller de oración y encuentro con Dios pensado para estos meses de verano que intentaré seguir, y que animo a que, aquel que quiera ahondar en su experiencia de Dios, y en su manera de ver el día a día, también la disfrute. Es gratuito, con una libertad de horarios y una temporización que facilitará que pueda cada uno encontrar los momentos que mejor le vengan para realizarlo.


Esta es la presentación que se hace de la experiencia en la web de ECCA:


En la tradición educativa de los jesuitas, de la que participa Radio ECCA, influye de una manera determinante la espiritualidad de Ignacio de Loyola y sus Ejercicios Espirituales. El librito de Loyola es, en buena medida, un plan de entrenamiento: del mismo modo que los jugadores de baloncesto se ejercitan una y mil veces antes de salir a la cancha, así, la vida cotidiana requiere un entrenamiento no menos intenso. El alma humana está tejida de deseos, anhelos, frustraciones, alegrías, tristezas, sueños y pesadillas que tienen que ver con lo de cada día, con lo cotidiano. Para saber elegir bien, para estar atento a lo que es realmente importante y distinguirlo de lo que nos engaña, conviene este entrenamiento.

Este retiro A tientas en la vida cotidiana no sustituye ni emula a los ejercicios ignacianos, pero se inspira en alguna de sus formas y en su propósito: hacernos sensibles a los retos de la vida, de la cotidianidad de unas personas que se inspiran en la tradición cristiana para decidir, para elegir, para trabajar, para gozar. Debemos insistir que ni en los contenidos ni en el método, nuestro retiro se identifica con el librito de los EE.EE. escrito y ejercitado por San Ignacio. Más bien es un retiro que utiliza algunas de sus intuiciones pedagógicas para animarnos a afrontar con mayor conciencia y más libertad el vivir de cada día.


La fe cristiana no es para tiempos excepcionales, sino para la vida cotidiana. Es en lo habitual de cada día donde se realiza afrontando los desafíos que encontramos en lo ordinario. Esa fe del día a día demanda una espiritualidad con medios propios y propias posibilidades, diferentes de los medios excepcionales. La familia, los conflictos, los gozos y las esperanzas, las injusticias y el consumismo, el cariño… Estos son los materiales con los que se tejen los caminos nuestra vida, de esos mismos materiales se hace nuestra fe cotidiana.
Anímense, que seguro no decepcionara.


Inscríbete: www.radioecca.net/cursos/atientas

miércoles, 16 de junio de 2010

Un vía crucis a disfrutar

La Jornada Mundial de la Juventud, que el verano de 2011 acogerá en Madrid a cientos de miles de jóvenes llegados de todos los rincones del mundo será, sin duda alguna, jornada de fe. Días de encuentro con el Santo Padre, de convivencia y de mucha oración, unos días por y para Dios, con los jóvenes y también los no tan jóvenes.

Podría escribir muchas líneas acerca de lo que creo significan estos encuentros, del mucho bien que hacen a los jóvenes, del mucho bien que hacen a nuestra Iglesia, o del sentido que dan al término católico -esto es, universal - y es que realmente estoy convencido de que estos encuentros dan fruto. Con sus miserias y sus mezquindades, como todo lo que los hombres y mujeres de este mundo organizamos, pero sin duda con más claros que sombras.

Pero poco más voy a escribir, el que quiera disfrutarlo que acuda con buen ánimo, ganas de oración y encuentro, con gente de diversas lenguas y culturas, pero sobre todo, que acudan con ganas de encontrarse con el Dios de la Vida en medio de todos.

Siendo así no termino de entender lo que ha pasado estos días en Sevilla.

Que Sevilla vive su fe de una forma muy particular, cierto es. Que aqui hay muchas cosas que fuera se este contexto resultarian difíciles de entender, seguro. Que en la diversidad esta la riqueza de esta, nuestra Iglesia universal, totalmente convencido. Pero sigo sin entender qué ha pasado.

Monseñor Asenjo, arzobispo de Sevilla, tiene toda la razón del mundo:“la fecha del pasado viernes no va a pasar a la historia de esta hermandad como una fecha brillante”. Y es que este pasado viernes, la Hermandad de la Esperanza de Triana rechazó, por abrumadora mayoria, que el Cristo de las Tres Caídas participase en el histórico Via Crucis que será presidido por el Papa en el JMJ. Motivos personales alegaron. La cuestión es que no apoyaron a la organización del JMJ, que dieron la espalda a una invitación de aquellos que estan poniendo su empeño en que esos días en Madrid sean días de Iglesia universal, que no han querido participar de un proyecto que reunirá grandes imagénes de nuestra cultura de fe, con una finalidad de culto pública que será presidida por el Papa. Motivos personales...

No quiero entrar a generalizar porque no sería justo. Pero es cierto que en el mundo cofrade de Sevilla es mu particular y tal vez, esa falta de eclesialidad de la que habló el arzobispo, es algo a valorar O tal vez se equivoca, no sé. Lo que si sé es que las Hermandades y Cofradías son Iglesia, su misión es trasladar el Evangelio a la calle y fomentar el culto a través del acompañamiento de unas imágenes que no son otra cosa que catequésis plástica de la fe de todos los cristianos, de la fe de nuestra Iglesia. Imágenes bellisimas, antiquísimas y de incalculable valor muchas de ellas. Pero imágenes al servicio de la fe.

Pero aqui en Sevilla a veces, "eso es así" y como alguna vez he escuchado "las cofradias y hermandades son una cosa, y la Iglesia diocesana otra". Gracias a Dios no son mayoría, aunque tras este episodio otra cosa parezca.

España posee un patrimonio riquísmo de imaginería religiosa, pero carece de sentido si no está al servició de la oración y de la fe. Al servicio del Evangelio. Es por ello un Via Crucis así, que mezcla tradición cultural y fervor religioso de un país como el nuestro en un contexto tan universal como la JMJ.

La cuestión es que 14 imágenes de toda España participaran en dicho Via Crucis y Sevilla, siendo un referente de la Semana Santa española, se ha quedado fuera. De nuevo no quiero generalizar pero el lenguaje es traicionero. Discúlpenme.

Muchas hermanos mayores de diferentes Hermandades han entendido, apoyado y se han adherido a todas y cada una de las declarciones que monseñor Asenjo (dolido y con razón) ha hecho al respecto de tan "curioso" episodio. Su actuación ha sido ejemplar, dando una libertad a la Hermandad de la madrugá que tal vez pudiera haberse cuestionado, pues todas y cada una de ellas son asociaciones públicas de fieles insertas en la Iglesia, y sus cabildos no son entes todopoderosos, aunque de la sensación que juegan a veces a ello.

Mucho le queda a monseñor Asenjo por hacer en Sevilla, mucho le queda por aprender y mucho por soportar también.

Todos somos necesarios, pero nadie es imprescindibles y siete pasos del siglo XVII, XVIII y XIX y otros tantos del siglo XX procesionaran desde las iglesias que los acoja hasta su lugar de estacionamiento donde conformaran aquel camino que el nazareno recorrió hasta el calvario, donde fue crucificado para posteriormente ser sepultado. 14 estaciones de fe que recibiran culto de Benedicto XVI y de todos aquellos que quieran acompañar la pasión de Jesús por Madrid.

Será una estampa profundamente religiosa, a la española, pero en un contexto profundamente católico, universal.

No pienso perdermelo.



jueves, 10 de junio de 2010

De tú a tú...

Tres fiesta celebramos los católicos que, creo, mejor condensan el mensaje de servicio y entrega connatural al mensaje de un Dios que es Amor - Deus carita est- Tres momentos en nuestro calendario litúrgico en el que la Iglesia nos ayuda a reencontrarnos con la esencia de la fe que profesamos.

La primera de ellas el Jueves santo, en la cual nos maravillamos con una celebración que sitúa a un Jesús servidor - no he venido a ser servido, sino a servir (Mt 20, 28) - entregado a la causa de un Dios que, a través de Jesús mismo, se implica directamente con la Humanidad. El Evangelio de ese día nos muestra un Jesús que ama, que se arrodilla ante sus amigos para lavar sus pies en una de las escenas más bellas y de mayor catequesis que la Sagrada Escritura nos regala. Un Jesús que instituye la Eucarística, el misterio de nuestra fe que lo hace presente en el pan y el vino consagrado y que nos hace partícipe de su vida inmortal.



Por otro lado, la festividad del Corpus Christi, la fiesta de adoración por excelencia en la que Jesús sacramentado es el centro. De nuevo la consagración inunda al cristiano que se postra ante el Señor en la Custodia. Otro regalo. Siendo el santísimo sacramento reflejo de un compromiso de Dios con la Humanidad entera y del deseo de Jesús de permenecer con nosotros - "yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).

Estas dos celebración son fiestas del amor fraterno, fiestas de la caridad, una palabra casi desechada en nuestro vocabulario, a la que en ocasiones damos un sentido peyorativo, olvidandonos que caridad es amor. Pero junto a estas situo una tercera, hoy ya casi en el olvido para muchos.

La fiesta de la que quiero hablar, la que hoy viernes nos ocupa es la aquella que la Iglesia celebra el viernes siguiente al Corpus Christi. La Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

Pretender remontarme a sus orígenes es otear la edad media, pero sobre todo es situarnos en una devoción del siglo XVII en adelante; es hablar de muchos Padres de la Iglesia y algunos santos, como santa Maria de Alacoque, san Claudio de la Colombiére, o el beato Francisco Bernardo de Hoyos; es hablar de grandes Papas y de grandes encíclicas como la Annum Sacrum de Leon XIII (mediante la cual consagró el Género Humano al Sagrado Corazón), la Miserentissumus Redemptor de Pio XI o la Haurietis Aquas de Pio XII; tambiés es hablar de la Compañía de Jesús, del celo jesuita por extender esta devoción a lo largo y ancho del mundo y del encargo que Benedicto XVI realizó, al entónces Prepósito General de la Compañía Peter-Hans Kolvenbach, en 2006 animando a la orden de san Ignacio a continuar en la promoción de esta devoción.

Pero hablar del Sagrado Corazón es sobre todo hablar de Dios, y sobre todo es orar con Dios. Orar y ser conscientes de esa implicación de un Dios que no se mantiene al margen sino que se involucra de tú a tú con los hombres y mujeres de este mundo. Es en definitiva hablar de entrega, de compromiso... de amor.

Hemos desvirtuado una devoción hoy confundida con prácticas piadosas, letanías e imagénes plásticas, necesarias e importantes, pero siempre cuando van de la mano de un fundamento primero, que no es otro que el que sustenta nuestra fe, y es que "tanto amó Dios al mundo que dió a su hijo único" (Jn 3,16). Este es el punto de partida para entender una devoción que nace de una simbología humana como es el corazón, ese lugar físico que generalmente asociamos al sentimiento del amor.

A partir de ahí desarrollamos una oración bellísima que nos ayuda a contemplar un corazón de carne que nos recuerda que Dios se hizo hombre y que vivió como uno de tantos. Tal vez los cristianos hemos divinizado tanto a Jesús que nos olvidamos del hombre de a pie, que vivió en este mundo. Tal vez no caer en la cuenta de un Dios encarnado nos arrastra a una fe dónde Dios observa pero no acompaña, donde Dios planea pero no se implica, creando en nuestra conciencia una imagen que, desde mi propia experiencia, no se corresponde con el Dios que me tiene cautivado.

A través del Corazón de Jesús resplandece la voluntad sin confines de salvación por parte de Dios, no puede ser considerada por tanto una forma pasajera de culto o de devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del "corazón traspasado" su expresión histórico-devocional, sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios (Encíclica «Haurietis Aquas», 62).

Nos toca a nosotros, cristianos del siglo XXI, actualizar y volver a compartir esta devoción. Deshacernos de una religiosidad sensiblera, que va más allá de fundamentalismos y prácticas vacías de sentido. Y es que, más allá de estampas, detentes y figuras de marmolina existe una devoción que condensa, de manera clara y directa, el mensaje del Evangelio: el Amor de Dios Padre para con los Hombres. Nos recuerda el compromiso del Verbo encarnado para con todos los hijos de Dios, mensaje en torno al cual gira toda nuestra historia de salvación.

Toca también a los jesuitas retomar ese celo que los caracterizó durante siglos, seguir la estela del recien beatificado Bernardo de Hoyos o de otros santos, como san Francisco de Borja o san Luis Gonzaga, que ya en su tiempo contemplando "el costado traspasado con la lanza" hicieron de su vida compromiso y entrega, renovándose constantemente y teniendo muy presente que el amor nunca se da por"concluido" y "completado "(Encíclica «Deus caritas est).


Hoy es fiesta del Sagrado Corazón. Misas, besapies, letanías y procesiones inundarán nuestros barrios y calles, acogiendo una tradición religiosa y popular sin la cual no entendemos nuestra historia de fe. Pero es cierto que la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús debe ser nuestro día a día. Esta devoción no es otra cosa que dejarse acompañar por Dios, no pretender buscar su lógica sino dejarnos caer en Él, musitando esa plegaria que nuestras abuelas recogían en apenas un murmullo:"Corazón de Jesús, en Vos confío", que no es otra cosa que descanso confiado en las manos del Padre. Es vivir día día la Contemplación para alcanzar amor que San Ignacio nos dejó en sus Ejercicios Espirituales. Es ser consciente de que somos infinitamente queridos, esperados y acompañados y a partir de ahí, ser capaz de acoger, con fidelidad y humildad, y reconocer que el amor no es conquistar, sino darse a los demás.

Esta devoción de la que me siento profundamente cautivado es entrega y servicio, amor sin reservas y a la vez denuncia de la injusticia, - pues si he aprendido algo de los jesuitas es a concebir la fe unida a la promoción de una justicia que brota de la misma -. Es a su vez debilidad humana, en tanto somos nosotros los que en ocasiones no estamos a la altura de responder, pero tambien Gracia Divina.
Dar culto al Sagrado Corazón es poner en práctica el amor, es orar y vivir apasionadamente, y ser capaz de mostrar "por las obras mi fe" (Santiago 2, 18).

Para alimentar esta devoción no debemos olvidar que el Corazón de Cristo representa a un Dios que no se olvida de este mundo, que se remanga para "mojarse" por nosotros, que se implica de tú a tú con cada uno, que es Padre y connatural a ello somos Hijos, y nos une una filiación que trasciende lo humano. Es por ello, que ese Amor del que tanto he hablado en estás líneas, a veces nos cuesta conocer y reconocer, pues, aún viniendo de un hermano, tiene origen divino, ello no hace otra cosa que asegurarnos que Dios mismo pasea entre nosotros y sobre todo, habita en nosotros.

lunes, 7 de junio de 2010

José de Anchieta, Canarias y los jesuitas

Entre los enlaces de mi blog cuento con una web a las que dedico varios minutos de lectura a la semana, http://www.redanchieta.org/ recomendadísima.



La web nació hace años como el proyecto ilusionante de un buen amigo, y casi desde sus inicios, un servidor intenta colaborar, con algunas líneas, cierto es, que no tantas como mi amigo y yo querriamos. Hoy me he tomado la libertad de pedirle "prestado" un artículo con cuya lectura he disfrutado mucho. Canarios que firmaron y firman sj, y la historia de la Compañía de Jesús en el Archipiélago. Es solo pincelada de la historia de pequeños gigantes de este mundo que hacen de su vida entrega y, con su particular acento, viven en el mundo compartiendo una espiritualidad -ignaciana- y un amor por el Evangelio que desde hace 500 años y, especialmente hoy encomendados por su Santidad Benedicto XVI, les anima a vivir en las fronteras. En las fronteras geográficas, intelectuales, espirituales, teológicas y religiosas.

Muchas gracias por tus líneas Lucas.
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Cada nueve de junio celebramos la memoria de José de Anchieta, un canario que marchó al Brasil trashacerse jesuita. A lo largo de la historia otros muchos jesuitas, también nacidos en las islas, salieron de su tierra para hacer la misión de la orden ignaciana. Lo hicieron a lo largo de los cinco siglos de historia que tiene la Compañía de Jesús y lo hacen en la actualidad. Está en la raíz misma de la experiencia cristiana, que reconoce como patria propia toda patria y como pueblo propio todo pueblo. Y es también, nota esencial de la identidad del jesuita, del que Ignacio de Loyola afirma que está para “…discurrir por el mundo”.

Vivimos en Canarias. Aquí, la historia de la Compañía no es pequeña. Desde el primer paso de algunos jesuitas por la isla de La Gomera, hay hitos que se quedan marcados en nuestra herencia: la fundación en La Orotava de la primera comunidad y primer colegio, el martirio de Ignacio de Acevedo y sus muchos compañeros mientras marchaban hacia Brasil; y ya, en nuestra historia contemporánea, la llegada a Las Palmas de Gran Canaria y la posterior a Santa Cruz de Tenerife.

En la actualidad, somos nueve jesuitas los que vivimos en las islas y unos veinticinco los jesuitas canarios que viven por el mundo. Son tiempos especiales para la Orden, marcados por procesos sociológicos diferentes a los de otros momentos. Aquí, como en otras partes, la Compañía de Jesús es meramente un grupo de hombres que colabora con la misión de la Iglesia (discernir y presentar, con la ayuda del Espíritu, la acción del Dios Padre de Jesucristo en este mundo nuestro). La Compañía lo hace desde su carisma específico: su forma concreta de vida y misión inspirada en la espiritualidad ignaciana y que se concreta en sus documentos fundacionales y en la adecuación que a lo largo de la historia hacen los jesuitas en sus congregaciones generales a disposición de Pedro (el Papa).

La Compañía de Jesús colabora con la misión de la Iglesia, porque es Iglesia. La disponibilidad ante el Papa es la cúspide de esa colaboración que se extiende por todos los carismas del Pueblo de Dios. La Compañía colabora con la Iglesia a través de múltiples instrumentos: en la educación de jóvenes y de personas adultas, en la formación y la investigación teológica, en la comunicación espiritual y el servicio de las parroquias, en los medios de comunicación y en la formación sociopolítica. Y mucho más. En todas estas cosas, es obvio que la Compañía colabora de formas diferentes: a veces, dirige; otras veces, apoya; algunas veces comparte la responsabilidad con otras instituciones; en otras ocasiones, lidera instituciones que le son encargadas por otras organizaciones o personas. La colaboración se hace con el fin de concretar de modo realista el servicio de la fe, la promoción de la justicia, el diálogo interreligioso y la presencia dinamizadora en la cultura.

En Canarias, la Compañía de Jesús concreta esta misión de múltiples maneras. Desde hace muchísimos años, la Compañía dirige el Colegio San Ignacio de Loyola que colabora en la formación humana de muchos chicos y chicas de Las Palmas de Gran Canaria. Se encarga de la dirección de Radio ECCA de acuerdo con los estatutos de su Fundación Titular. En Tenerife, en la Casa Manresa, la Compañía comparte la misión de difundir la espiritualidad ignaciana con la Comunidad de Vida Cristiana, tal y como está regulado en el acuerdo firmado entre ambas entidades. En Las Palmas de Gran Canaria, la Compañía comparte la misión de animar la vida sacramental de la Iglesia gracias a que la Diócesis le cede en usufructo la Iglesia de San Francisco de Borja, de la que fue propietaria la propia Compañía hasta mitad del siglo XVIII. En La Palma, en Tenerife y en Gran Canaria, tres delegaciones de la Fundación Entreculturas, animadas y trabajadas por personas voluntarias, son instrumento con el que la Compañía colabora para promocionar la solidaridad con los pueblos y sociedades sometidos a situaciones de pobreza e injusticia. Son sólo algunos ejemplos de cómo la Compañía de Jesús colabora en nuestra tierra con muchas otras personas e instituciones para poder hacer su misión (la Casa de Espiritualidad de Los Lagares, la presencia en la pastoral penitenciaria, el Centro Fe y Cultura Loyola, el apoyo a Intermon, la colaboración con la pastoral de algunas parroquias o de otros centros educativos…).

¿Hacen falta jesuitas para hacer todas estas cosas? Probablemente, muchas se pueden hacer sin la presencia física de un jesuita concreto en los diferentes niveles de actuación. Del mismo modo, quizás estas actividades podrían vivir sin su dependencia orgánica de la Compañía de Jesús (sea cual sea esa dependencia). Por supuesto, la Iglesia continuaría adelante sin que los jesuitas dieran sus ejercicios o lideraran sus colegios y universidades. Todo eso es posible, pero el carisma de la Compañía de Jesús no es meramente hacer cosas.

Los jesuitas que viven hoy en las islas o aquellos otros nacidos en las islas que viven en diferentes lugares de nuestro mundo, como el lagunero José de Anchieta o el palmero Arce Rojas, son un modo de vida, son Iglesia con un carisma propio. El carisma no es meramente hacer esto o aquello, ni siquiera es tener una misión tal y como se define en sus documentos concretos en un momento de la historia (actualmente, la Compañía define su misión como “servicio de la fe y promoción de la justicia que la misma fe exige, en las culturas y en diálogo con otras tradiciones religiosas”, y esta definición no es la misma que utilizó la Compañía para señalar su misión a mitad del siglo XIX o a inicios del siglo XVII). El carisma de la Compañía se concreta en un modo de vida religioso, con los tres votos de todas las órdenes y el voto peculiar de disponibilidad ante Pedro, tal y como fue aprobado por la Iglesia Católica cuando recibió en su seno aquel modo de organizarse que proponía Ignacio de Loyola.

La Compañía de Jesús no dejaría de serlo si se retirara de Radio ECCA o del Colegio San Ignacio de Loyola. No dejaría de ser Compañía de Jesús si llegara a acuerdos diferentes para hacer cosas diferentes a las que hoy hace, como no deja de ser Compañía de Jesús por vivir en una casa de la C/. Antonio de Viana en vez de vivir en la casa parroquial de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife (como hizo hasta mitad de los noventa) o en una casa alquilada del barrio de la Isleta (hasta el 2006). La Compañía de Jesús no es más “jesuita” cuando un religioso de la misma dirige un colegio o si todos los profesores de religión son jesuitas. Si la Compañía de Jesús decide en un contexto llevar sus obras mediante personas laicas o enviar a jesuitas a trabajar en obras que dependen de otros organismos eclesiales o sociales no es por ello más o menos Compañía de Jesús.

¿Por qué entonces seguir los pasos de Anchieta, de Arce Rojas, de Ignacio de Acevedo? ¿Por qué y para qué las vidas Oscar Martín, de Fernando López, Marcos Díaz Bertrana, David Fagundo…? ¿Por qué y para qué sus votos y su modo de vida?

De dos tipos son los motivos que encontramos para ser jesuita. Ambos motivos tienen que darse. El primero es social, institucional, el segundo tiene índole personal. Merece la pena seguir a Jesús en la Compañía que quiere llevar su nombre, porque la Iglesia de Jesús aprueba ese modo de vivir concreto, inspirado en los Ejercicios Espirituales y definido en las normas y constituciones de la Orden ignaciana. En ese sentido, merece la pena ser jesuita porque merece la pena ser Iglesia Católica y reconocer como misión propia, como propia organización y como modo de vida propio aquella misión, aquella organización y aquel modo de vida que la propia Iglesia reconoce como parte de ella misma en la Compañía de Jesús. Todo esto hace referencia a los votos religiosos, a la vida en comunidad, al modo en que se eligen y deciden las tareas apostólicas, a la disponibilidad propia del jesuita ante las solicitudes de la universalidad de la Iglesia modulada por el carisma de comunión que detenta el Papa. Para ser jesuita hay que tener capacidad para vivir de este modo.

Pero, supuesta esta propuesta eclesial e institucional, este modo de vida se vive como una opción vital, decisiva, para la persona que asume este camino. La psicología, la historia familiar, algunas personas de especial sifnificación en la propia experiencia vital, un libro que se leyó, una conversación… Muchas cosas explican por qué alguien da el paso de pedir a la Compañía ser admitido en ella. Todas ellas sirven para decir que, finalmente, la persona que vive como jesuita es alguien al que le gusta ser jesuita, alguien que goza con el modo de vida de la Compañía. Todo eso, por más que pueda explicarse desde las ciencias humanas o desde las experiencias vitales, está siempre rodeado de ese misterio que afecta a todo lo realmente humano, es decir, a todo lo realmente divino. Ese misterio remite directamente a la persona de Jesús, el Cristo, y se vive no tanto como una opción entre varias, cuanto como una vocación, como una llamada a la que responder. Y no se responde de forma afirmativa si, finalmente, la persona no reconociera ahí un modo de vida que le desafía, que le seduce, que le gusta. Anchieta, Emilio, Juan Luis, Fernando, Oscar… son jesuitas porque les gusta y porque la Iglesia les necesita. ¿Parece poco?